¡Qué grande es el pueblo venezolano! No se precipitó. Esperó su momento, se asomó a la ventana que le abría la Constitución, ejerció su derecho y dijo su palabra. Pacífica, democrática pero categórica.
Como para que no quedara la menor duda acerca de lo que quiere y de lo que no quiere.
En el voto del pasado domingo 6 de diciembre está la protesta de los venezolanos. Su decepción, su descontento radical ante su vida empobrecida, y su reclamo. Pero también está su esperanza. La de vivir y progresar en paz. La de la libertad de decidir, de expresarse, de trabajar y cambiar su vida para mejor.
Pero, tengámoslo claro, por más potente y justificada que haya sido la protesta, la fuerza motriz de la caudalosa votación n estas parlamentarias es la esperanza. La campaña del oficialismo se fundamentó en el miedo. Que la gente temiera perder misiones y programas sociales, los cuales por cierto están comprometidos en su sustentabilidad por la incompetencia. Que la gente temiera el cambio como si fuera un salto en el vacío. Que la gente temiera las consecuencias de un triunfo unitario traducidas incluso en desórdenes encabezados por el propio Presidente, según sus palabras. Y, ya en los últimos días, que la gente tuviera miedo por su integridad física, con episodios de violencia jamás condenados. La sola protesta no hubiera podido con ese bombardeo de amenazas. Pudo la esperanza. La rebeldía de la esperanza siempre es más fuerte que la tiranía del miedo.
En la histórica jornada el pueblo venezolano estuvo a la altura. Ahora somos nosotros quienes debemos estar a su altura. Su voto es un mensaje a la dirigencia política. A toda. A la del gobierno, para que rectifique. Este país no aguanta ser conducido a base de superstición y corrupción. A la de la Unidad para que en la oportunidad puesta en sus manos actúe con grandeza. Con sensibilidad ante la decepción, el dolor y la angustia. Con eficacia ante los problemas que la causan. Y con sabiduría política, una de las más complejas y exigentes ramas de la comprensión humana, para hacer viables las soluciones que la solidaridad y la experticia técnica aconsejen.
Prometimos poner la Asamblea, dentro de la Constitución, al servicio de todos. Sin divisiones, sin exclusiones, sin discriminaciones. Que así sea, porque el ciudadano que nos prestó su voto, vigila.
Y cumplir es, primero, seguir unidos y unirnos más. Nada ni nadie es más grande que la Unidad. Eso también quedó clarito.