La antigua dialéctica entre civilización y barbarie sigue marcando nuestras sociedades subdesarrolladas, una dialéctica que ya fue descrita por el argentino Faustino Sarmiento en su libro “Facundo”, escrito en 1845 en un tiempo en que Argentina vivía en una guerra civil. El tema fue retomado por otros escritores, incluido Rómulo Gallegos, en su novela Doña Bárbara, publicada en 1929. Parece casi inevitable: pasamos un tiempo construyendo el ser civilizados hasta que algo ocurre y retrocedemos. Es el mito de Sísifo en la política: nos cuesta un mundo empujar el país hacia arriba y ya cuando creíamos que lo estábamos logrando, por un conjunto de causas, rodamos hacia el fondo del barranco.
Mucho de esto tiene que ver con la calidad del liderazgo. Nuestros países son presidencialistas, vale decir, caudillistas y tenemos una visión mágica de la política, siempre esperando que un líder superior nos saque del fondo…sin hacer el esfuerzo de construir un país con bases sólidas. Como nos falta valor o capacidad para lograr construir por nosotros mismos, preferimos pasar por encima de otros, engañando, jalando mecate o apoderándonos de lo que otros han hecho.
La actitud que promueve la barbarie lo vimos durante todos estos años de gobierno chavista. Y se hizo más que evidente durante toda la campaña electoral y el mismo día de las elecciones. Se intentaron todas las argucias y trampas posibles, a las mentiras y a las amenazas.
Hay líderes que civilizan y otros que barbarizan y lo hacen optando por políticas económicas, educativas, urbanísticas, etc. que pretenden ser atajos. La dictadura es un atajo: si el líder del país, quiere algo lo impone, sin apenas discutirlo con nadie, sin escuchar advertencias ni sopesar todas las consecuencias, liquidando, descalificando, devaluando, así sea simbólicamente, a los opositores que buenas razones tienen para serlo. El ejemplo es el propio Maduro diciéndole a Lorenzo Mendoza “Tu no sirves para nada”.
Los líderes, con su conducta, sus propósitos confesos y no tanto, su estilo y su lenguaje, modelan y remodelan al país, destruyen valores que tardaron mucho en construirse y revierten el proceso civilizatorio.
El término “bárbaros” tiene origen griego, significa balbuciente, mal hablado, y hace referencia a los extranjeros que llegaban a Grecia y que hablaban balbuceando, de manera tosca. Pero no es solo cuestión de cómo hablaban: su logos, lo que para los griegos era el conjunto de cualidades relacionadas con el hablar, pensar, actuar, percibir, razonar, de ser, las visiones de las relaciones entre las causas y los efectos se mostraba distinto. Nuestros bárbaros, nuestros barbarizantes, aun siendo venezolanos tienen un logos extraño al sentir de la mayoría del pueblo venezolano. Esperamos que los bárbaros se den cuenta de esa diferencia y se reeduquen.