Preceptos bíblicos y la administración de justicia

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Los ciudadanos honestos de cualquier país cuyo sistema de gobierno se precia de ser democrático, aspiramos que a quienes les corresponda administrar justicia, sean los más idóneos.

Pero en algunos casos por manejos acomodaticios e intereses particulares de grupos minoritarios, esos supuestos Estados Democráticos se transforman en forajidos.

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Ante una sociedad en crisis donde se han perdido valores morales, espirituales, en la cual priva la ambición por el dinero, la trampa, la viveza, no se respetan a los demás seres humanos y pare usted de contar vilezas, siempre existe un asidero, una guía, un manantial del cual podemos beber para aclarar ideas, ella es La Sagrada Biblia.

Muchas de las situaciones en ella relatadas ocurridas en el pasado y referidas a errores humanos, reaparecen en nuestro presente. La opinión pública nacional e internacional se ha hecho eco de la injusticia que paradójicamente han cometido los “administradores de Justicia” en Venezuela con Leopoldo López y unos jóvenes estudiantes que por expresar su disentimiento con este régimen han sido infamemente encarcelados.

Al respecto, sin pretender ser experto en el manejo e interpretación de textos bíblicos, los siguientes son pasajes de las Sagradas Escrituras que traigo a colación y considero que no está de más referírselo a quienes les atañe dictar sentencia.

El tercer libro, el Levítico 19:15, establece: “Si eres Juez, no hagas injusticias, ni en favor del pobre ni del rico. Con justicia juzgarás a tu prójimo”. Esta sentencia es una clara expresión de lo que debe ser un juez imparcial.

Por otro lado, muchos son los venezolanos que han tenido que emigrar de su Patria debido a la persecución política ante la cual, no hay una garantía expresa de imparcialidad jurídica. Sin embargo Leopoldo López ha sido una de las excepciones de la regla. Miqueas, profeta de origen campesino del siglo VIII A.C. señala: “Los creyentes han desaparecido del país, y entre sus habitantes no se encuentra ni siquiera un hombre justo. Sus manos son buenas para hacer el mal: el príncipe es exigente; el juez se deja comprar; el poderoso decide lo que le conviene. Su bondad es como cardo, su honradez peor que una hilera de espinos” (Miqueas 7: 2-4). La exigencia del extinto presidente Chávez de pena máxima para la jueza Afiuni cuando a él no le correspondía legislar, la orden de “exprópiese” sin más ni más, son algunas remembranzas de lo que el profeta mencionaba.

Ante los vergonzosos procedimientos de deportación realizados a los colombianos indocumentados y a los legalmente registrados, con la supuesta intención de detener el contrabando, delincuencia y paramilitarismo, operaciones en los que pagaron justos por pecadores y en los que se aplicaron métodos propios del nazismo como pintar la casa de los colombianos como otrora lo hicieron hordas fascistas con la de los judíos, en Deuteronomio 27:19 encontramos un texto bastante fuerte al respecto: “Maldito el que tuerce la justicia o el derecho del extranjero, del huérfano y de la viuda, y todo el pueblo dirá: Amén. De igual forma ilustrativamente en Éxodo 23:9 podemos leer: “No opriman a los extranjeros, pues ustedes saben lo que es ser extranjero. Lo fueron ustedes en la tierra de Egipto”.

Por último, si el Padre de las cinco naciones hermanas incansablemente insistía en la Unidad del pueblo americano, por qué demagógicamente continuamos autodenominándonos bolivarianos cuando nuestro comportamiento dista muy lejos de sus prédicas.

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