Recientemente, específicamente el 15-10-2015, a menos de dos meses de las elecciones parlamentarias, el régimen militar comunistoide de Venezuela, después de un escandaloso cacareo, anunció con bombos y platillos un incremento del 30% en el salario mínimo. Esto equivale al costo de una pequeña empanada diaria (Bs. 74,00 aproximadamente). Será éste el aumento que recibirá un pensionado por el Seguro Social, con el agravante que nada dijo el máximo vocero oficialista, con relación a los jubilados y pensionados de las gobernaciones regionales.
La incidencia de la “mejoría salarial” es un mínimo punto superior, en lo que se refiere al personal activo. En este caso, también fue incrementado el monto del ticket de alimentación. Ahora éste alcanza a Bs. 6.750,00, lo que supone un cien por ciento sobre el anterior; es decir, Bs. 3.875,00. Sumados el salario mínimo y el bono alimentario, un trabajador activo cobrará, a partir del primero de noviembre, un aproximado de Bs. 16.400,00 mensuales.
Vista esa cifra, en apariencia resulta satisfactoria para quienes todavía desconocen la realidad que padecemos los venezolanos. Tal cantidad de dinero es igual a un mísero monto de veinticuatro dólares mensual; lo que representa Bs. 545,00, aproximadamente, diario, o sea medio kilogramo de queso, según el precio que marca el dólar paralelo, que es el baremo que se usa en el país para aplicar los “precios injustos”, que son los únicos que paga una madre de familia, después de padecer cuatro o cinco horas de cola. Y lo peor es que esa sacrificada mujer sólo puede comprar la octava parte de los productos que necesita.
Es obvio que las damas que pasan por ese calvario, que tienen treinta años o más, añoran los tiempos cuando se vivía mejor. Cuando en cualquier automercado de Venezuela, en todo el territorio nacional, se comprobaba la cantidad, la variedad, la marca y la calidad de los productos requeridos por la familia. Esto ocurría en los tiempos de la democracia, antes que el país cayera en manos de los Atila que hoy arruinan la nación y conducen al pueblo a una hambruna biafreña.
Dudo que un elector, por muy ingenuo que sea, vaya a “vender” su voto por una empanada diaria. Sería darle la razón a la cúpula política del régimen, la cual afirma, aguas adentro, que el pueblo venezolano es “muy barato”, porque se deja comprar por menos de un dólar cada 24 horas.