He dicho en multitud de ocasiones que la decisión del 6 de diciembre es crucial para Venezuela. El país no soporta más este desastroso gobierno chavista. Venezuela está destruida por todas partes. No hay sector ileso después de 18 años de “revolución”. La democracia, las instituciones, las libertades públicas, las empresas privadas, el sector público, la producción de bienes y servicios, la salud, la educación, las universidades, los medios de comunicación social, todo está destruido y al gobierno parece no importarle. Al contrario, parece que ese es su propósito, hacer historia con la destrucción del país.
A esa destrucción física, debe añadirse la destrucción moral y cultural. Nos hemos acostumbrado a la corrupción, ya ni nos alarman los casos que nos informan. No digo que antes no hubiera corrupción, en Venezuela siempre la ha habido, pero es que ahora la hay en grado superlativo y cínicamente promovida desde las más altas autoridades nacionales. El bajo nivel cultural es alarmante en este régimen. Ver y oír a un funcionario de los más altos que tenga el gobierno, produce escalofrío por la bajeza del lenguaje y la actitud soberbia y desafiante. A eso se le agrega la sistemática manía de mentir, como si los venezolanos no tuviéramos facultades mentales para discernir lo bueno de lo malo, lo cierto de lo falso. Todo eso debe llegar a su fin. Venezuela no merece sufrir un día más de este desastre. Llegó la hora de cambiar. Nuestros hijos y nietos nos piden el esfuerzo para elevar el tono moral de la república y la ayuda para construir un país de oportunidades.
A quienes la experiencia nos llena ya de vivencias, nos corresponde sugerir y encauzar esa aspiración de las nuevas generaciones que se abren camino. Venezuela es un proyecto por hacer y nuestras manos y las canas que pintamos nos deben servir para orientar el camino que se abre ante el horizonte esperanzador de la Venezuela de este 6 de diciembre. Llegó la hora de la Unidad y de la Esperanza. Todo este tiempo hemos sido divididos en bandos irreconciliables, pues bien, es la hora de la reconciliación y es la hora de la unidad venezolana. No es retórica, no es palabra hueca es un imperativo impostergable de la historia. En esta fecha, a seis días de unas elecciones legislativas cruciales, me permito desde esta trinchera, llamar a la unidad nacional. Como en 1958 cuando surgió el espíritu del 23 de enero. Hubo unidad y Venezuela se llenó de esperanza que luego dio sus frutos en 40 años de estabilidad institucional, en una república civil que, con todos sus defectos, no hay obra humana perfecta, hizo progresar a Venezuela, educar y ascender a nuestros jóvenes de entonces, entre los que me cuento y poder vivir en un país civilizado. Este 6 de diciembre tenemos la oportunidad de reconquistar la Venezuela unida y esperanzada que habíamos comenzado a transitar. Dios nos ayude en ese noble cometido.