Ayer iniciaría una nueva vida. Lewis Orangel Alvarado, de 34 años de edad, realizaba la mudanza desde El Jagüey, comunidad ubicada a un kilómetro del estadio Metropolitano, en Palavecino, hacia El Tocuyo, municipio Morán.
Recientemente se había casado y como su esposa no se adaptó a vivir en Palavecino, reunieron dinero, compraron el terreno en El Tocuyo, construyeron una vivienda poco a poco, hasta que finalmente ayer se mudarían.
En la mañana, a eso de las 10:30, dos hermanas de Lewis lo ayudaban a sacar los enseres de la vivienda hacia la carretera que comunica las poblaciones de Cabudare – Sarare, y allí las buscaría un camión para hacer el flete.
Lewis cargó una pequeña cocina de cuatro hornillas que funciona a gas y subió por una pendiente que da hacia la carretera. Allí, en plena vía, lo atacaron a tiros.
“Se escucharon muchos disparos, eran ráfagas y yo comencé a gritar mientras corría para venir a ver lo que había sucedido, y lo encontré muerto”, dijo Resquelis Zambrano, hermana del joven.
Ella aseguró que él no tenía enemigos, que nunca le manifestó que tuviera problemas con alguien ni tenía amigos en malas andanzas, sólo se dedicaba a trabajar en el área de albañilería para mantener a su esposa y sus cuatro hijos.
Dijo que a su hermano le faltaban 15 días para celebrar su cumpleaños número 35.
Casualmente, al lugar se apersonó un hombre que minutos antes estaba en la morgue del Hospital Central Antonio María Pineda porque la noche anterior mataron a un compañero de trabajo quien se negó a entregar su vehículo.
Contó que mientras él le daba el pésame a la familia de su compañero, su esposa -hermana de Lewis- lo llamó para darle la noticia del asesinato.
Gritos y dolor
Los dolientes cubrieron con una sábana el cuerpo de la víctima, también hicieron una suerte de toldo con para cubrirlo del sol.
Una de sus hijas estaba en el sitio del hecho, no paraba de llorar, le acariciaba la mano mientras esperaba que llegaran los funcionarios del Cicpc para que lo levantaran.
Cuando le quitaron la sábana, se desplomó y comenzó a gritar: “¡Mi papá, ay me mataron a mi papá!”. La escena era dolorosa.
En el sitio fueron colectadas seis conchas de bala.
El móvil que cobra más fuerza es la venganza porque los victimarios no lo robaron, pero serán las autoridades las que determinen por medio de las pesquisas, el verdadero móvil y responsables del crimen.