“Y llamó el nombre de aquel lugar Kibrot-hataava, por cuanto allí sepultaron al pueblo codicioso” Num. 11:34.
Hay acontecimientos tan claros en las Sagradas Escrituras que de manera inexplicable los cristianos, a pesar que muchos se sienten eruditos de la misma, no ven cuando la leen. Y si los ven le pasan por encima y no los toman en cuenta. Y si se detienen en ellos debido a algún sermón que escuchan o por necesidad de algún estudio que realizan, hacen caso omiso a ello o se hacen los locos. Concluyen que no es con ellos. Me refiero al acontecimiento donde el pueblo de Israel andando por el desierto, luego de salir de Egipto y recibir el Maná del Cielo como la mejor bendición del Padre Celestial, se amotinaron contra Moisés y renegaron contra Dios exigiendo que les diera de comer carne.
Lo más resaltante de de este evento es la forma tan clara como Dios lo presenta. Lo triste, que no lo tomemos en cuenta para realizar los cambios en el régimen alimenticio pervertido que practicamos. Dios, ante la queja de Moisés, como vocero del pueblo rebelde, tomó la decisión de darles lo que querían. Dios no obliga a nadie a que le obedezcan. Dios es la máxima expresión de democracia. Cada quien es arquitecto de su propio destino. Da la recomendación, el consejo y la directriz, pero Ud. es quien toma la decisión y él lo deja. Ante la terca conducta de exigir comer carne despreciando el Maná del Cielo, les dijo “No comeréis un día, ni dos, ni cinco, ni diez, ni veinte, sino hasta un mes entero, hasta que os salga por las narices, y la aborrezcáis” Num. 11:19:20. Luego, sobrevino lo inevitable de la desobediencia, de la terquedad, de la soberbia y de la codicia. “Aún estaba la carne entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Jehová se encendió en el pueblo, e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande” Ver 33. Y no vengan a decir los comentaristas desaguisados que es un acto de maldad de Dios. De venganza y crueldad por cuanto ellos fueron quienes decidieron pedir lo que pidieron.
Todo lo que Dios dejó escrito en su santa Palabra, es para nuestra edificación y no se nos está permitido evaluarla, por favor. Y ese es la actitud de amplios sectores del cristianismo hoy. Se abrogan el derecho que Dios no les ha dado de interpretarle. La Palabra está escrita para que nos guíe y nos ayude en nuestra vida física, mental y sobre todo espiritual. ¿Será que como pueblo de Dios que somos vamos a seguir guiándonos por muestra propia “luz” y obviaremos la Luz verdadera? Si es así, debemos esperar la misma sentencia que Dios dio a aquellos en el desierto y contar con toda seguridad en formar parte de otro Kibrot-hataava, por cuanto allí será sepultado el pueblo codicioso. “Cuando… los ángeles vienen para ministrar a los que serán herederos de salvación, y observan la manifestación del egoísmo, la codicia, la astucia, y ven cómo los tales se benefician a sí mismos, produciendo perjuicio a los demás, se apartan entristecidos…” ¿Cómo les parece? Libro. Testimonios T2. Pag.236-238. Elena de White. ¡Hasta el próximo martes Dios mediante.
William Amaro Gutiérrez
