Mientras escuchaba las bellísimas y sentidísimas palabras de la doctora Marianne Kohn Beker, en su discurso de aceptación del Premio Mujer Analítica 2015 por su trabajo como Directora Académica del Espacio Anna Frank, me pregunté varias veces cuándo fue que cambiamos los venezolanos.
“No merezco reconocimiento alguno por lo que he hecho o hago porque mi país, Venezuela, no me debe nada; en cambio yo le debo todo. Hija de padres inmigrantes que huían del antisemitismo europeo, mis padres no hubieran podido darse el lujo de enviar a sus hijos a seguir estudios superiores. Mis hermanos y yo recibimos toda nuestra educación gratuitamente: escuelas federales, liceos oficiales y universidad pública. La UCV, en los casos de mi marido y el mío, también sufragó todos los gastos para nuestros estudios de postgrado en el exterior. A nuestro regreso, obtuvimos allí también nuestros cargos y gracias a sus préstamos con bajos intereses pudimos adquirir nuestra vivienda propia”, dijo una muy emocionada doctora Beker.
Hoy, cuando entre los mismos venezolanos hay odios recalcitrantes, diferencias irreconciliables y abismos profundos, es pertinente recordar que una vez fuimos el país de los brazos abiertos, porque en efecto, aquí cabíamos todos. Los que estaban y los que venían. Porque de aquí no se iba nadie.
“Los hijos de extranjeros aprendimos a amar este nuestro país cuando nuestros padres lo comparaban con los países de su procedencia. Aquí nunca sintieron mis padres prejuicios o discriminación”, continuó. ¿Cuántos venezolanos se han ido porque sienten que ya no pertenecen? Un país parejero como el nuestro –quizás el único en América del Sur- se convirtió en un país de discriminadores y discriminados, por cualquier causa.
Ningún cambio será permanente en nuestro país si no comenzamos por vernos y reconocernos. Un país dividido de la manera en la que está Venezuela, difícilmente podrá salir adelante. Mandela, quien tenía todas las razones para encender una guerra civil en su país como retaliación a todo lo que sufrieron con el apartheid, optó por la paz. Ya que nuestros gobernantes parecen seguir ahondando en lo que nos separa y no en lo que nos une, tendremos que hacerlo nosotros mismos. Es una decisión personal de cada uno. ¿Seguimos esperando, o lo hacemos ya?
@cjaimesb