“He pasado por las puertas de la estancia y una historia me contaron las acacias…” (Canción)
Bendita sea la lira que al evocar tu nombre troquela al recordarte estrofas y versos que llenan el alma de calor y de ese amor que no se cansa de florecer ni de extrañar aquel tiempo en el que el perfume de las ceibas y los naranjos en flor,colmaban el predio familiar de deleites y ricuras. He vuelto al sendero aquel en el que engarzada a los pinos dejé la promesa de nunca olvidar el terruño ni de vista perderlo.
…Y aquí estoy de nuevo a la orilla del camino silencioso, viendo esa casa de la que nos marchamos un día como dice la canción: Unos vivos, otros muertos y otros vivos que tenían muerta el alma… Después de años de ausencia volver a contemplar el pedazo de geografía en el que por primera vez vi la luz del mundo, hace que me salten dentro, infinidad de momentos que aunque idos el corazón nunca olvida.
Siguen de pie las viejas casas decoradas por la bella luz del alba, bajo sus aleros se arrullan las palomas y pájaros cordiales giran sobre el viento embelesados; goterones de sombra caen de los guaduales sobre el río, en las ramas de la orilla boga la presencia de los viejos, todavía florecen y decoran los búcaros el borde del camino, la caña mueve sus lanzas en los valles, los cafetales crecen y abundan, igual que las flores y el anís en las montañas.
De nuevo aquí sobre mis caminos de juventud, regresan incesantes los recuerdos a la memoria que la anemia del tiempo detener nunca ha podido. Unos nos marcharon del terruño con la esperanza de lograr realizar los sueños lejos, otros se quedaron confiados de llegar a tener un día una franja de tierra labrantía en la montaña y al fondo levantada su cabaña. La casa de la puerta del sol sigue de pie, con sus ventanas mirando hacia los sueños y quimeras que el viento se llevó, pero sigue la aurora como antes, bañando de perlas el hogar que ya no es nuestro.
He vuelto a a recoger mis versos perdidos y a darles vida, a escuchar las melodías que lleva la brisa, el repique de las campanas de la iglesia, la invitación puntual del gallo a trabajar, lo que dicen los pájaros en su canto, lo que cuenta la neblina, lo que sueña el campo y también los ruiseñores, el hondo azul con elocuencia muda ofrece a mis oídos el himno funeral de un silencio santo y a la mirada creaciones de encantos sin fin. Recordar es alegrase el alma, pero nada se compara a la felicidad que queda en el corazón grabada, del momento en el que se va perdiendo el día en la espesura del paisaje, cuando en la tarde fulge el sol su postrer rayo de grana, aunque todavía no he podido captar la perfecta melodía que esconde el plateado rayo de la luna.
Todos volvemos en algún momento al terruño que nos vio nacer. Los recuerdos son los únicos que se niegan al feroz olvido; ellos son como el aroma de los pinos recién cortados que llegan, perfuman y se despiden para luego regresar con todas sus esencias.
La dicha de ayer que forjaba el alma sigue fresca en la memoria, como igual siguen siendo un prisma las lágrimas que hoy como ayer vuelven y prestan ante mi nueva despedida su mágico color.
A medida que uno vive aprende que por difíciles que sean las cosas, la fuerza del cariño impulsa a mantener vivos los tesoros más preciados como lo son los sueños, los derechos, la vida, la familia, la patria y la libertad, sin los cuales no tendríamos razón de existir.
Feliz Navidad