Los platos rotos

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Ante una eventual victoria opositora el próximo 6 de diciembre parece aconsejable que la oposición democrática se cuide mucho de proponer recetas económicas, por muy central que hoy sea en la motivación del electorado.

Demasiados creen que la próxima votación -condición indispensable, pero no suficiente para iniciar el retorno a la democracia- será una especie de analgésico que borrará todos los males del país.

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Difícilmente será así. De la noche a la mañana no desaparecerán la escasez, la inflación, la falta de divisas, los bajos precios del petróleo, ni los ataques del régimen a la iniciativa individual.

Será peor: Muchos flagelos de hoy -incluso la delincuencia- con toda seguridad recrudecerán al evaporarse la irresponsable motivación electorera del régimen que hoy los disimula. La euforia inicial no curará todo el daño hecho.

Se acortarán los tiempos para tomar medidas ineludibles como secuela de cinco lustros de locura populista, y sus impactos iniciales recaerán sobre todos.

El peor daño que un régimen normal podría hacer a sus adversarios sería salir rápidamente, dejando que arree quien venga atrás, porque el ajuste inevitable traerá un severo costo político; y el reto para los demócratas será lograr que todo ese costo sea para los creadores del monstruo, sin compartir con ellos el peso del desastre.

Pero el mayor talento de los libretistas del dislate es trasladar a otros las culpas de sus propios fracasos: Su prioridad es ya, con la campaña del miedo, tratar de convencer a incautos é incondicionales que el recrudecimiento de la crisis será consecuencia de un triunfo electoral de las fuerzas democráticas.

La nueva Asamblea tendrá poco control sobre política económica, y seguirá pendiente rescatar los demás poderes del Estado. La prioridad debe ser para temas políticos: Presos, represión, criminalidad, corrupción y separación de poderes – y no para reivindicar teorías económicas, más allá de denunciar ineficiencias y mala administración.

Cualquier planteamiento inoportuno, dogmático ó ingenuo, tan solo brinda municiones a los que tratan por todos los medios de involucrar a la oposición democrática como corresponsable de la debacle. No se puede ayudar a quienes no lo aprecian, y todo tiene su momento.

La victoria democrática definitiva se gestará a partir del 7 de diciembre, y tan sólo se consolidará con madurez, cálculo, calma y cordura, y sobre todo con unidad al fijar agenda y estrategias de las siguientes batallas, asegurando que los platos rotos de la barbarie los paguen completicos aquellos que los rompieron.

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