“Mantener o conseguir la paz: es el resumen y coronación de todas nuestras aspiraciones, ya que sin ella los demás bienes humanos y espirituales que son posibles son difíciles o imposibles de lograr.
Hay que hablar del don de Dios de la paz, de distensiones, de entendimientos, de libertad, de corazones nuevos, dejando atrás los conflictos, de acuerdo a la justicia compasiva, la Constitución, y las leyes, ya que no se puede lograr la paz mientras se halague y defienda, y se busque la posibilidad de una guerra defensiva, ofensiva, asimétrica o total” (palabras de San Juan Pablo II).
Eso es un desafío que se impone a toda la nación: “La dura tarea de mantener la paz y evitar los ataques violentos o groseros, debe entrar en el corazón de los hombres políticos, de los medios de comunicación y agrupaciones, que dependen más o menos directamente o secretamente de ellos, y la prolongación de las situaciones de violencia y ataques son el camino propicio para llegar a la guerra, que es propiciadora de ruina física y moral de las naciones, lo cual en nombre de Dios, los países y su gente estamos en la obligación de evitar, para ello hay unos principios elementales, pero seguros, que como dijo San Juan Pablo II, que son los siguientes:
1. Las cosas de los hombres deben ser tratadas con humanidad y no por la violencia; 2. Las tensiones, las contiendas, los conflictos, las oposiciones ideológicas deben confrontarse en negociaciones razonables de libre discusión; 3. Los intereses de los grupos deben ser arreglados en clima de diálogo y de libre discusión; 4. Los Derechos Humanos deben respetados y no es permitido el uso de las armas para imponer una solución.