Un intelectual es alguien que reflexiona acerca de la realidad y publica sus ideas en libros, medios y redes sociales dirigiéndose a un público deseoso de explicaciones, especialmente en tiempos de crisis y confusión.
Los intelectuales pueden ubicarse en cualquier lugar del espectro político, pero debe asegurarse que su opinión esté bien fundamentada y debe examinarla muchas veces antes de hacerla pública, independientemente de que ella guste o no, pues su compromiso principal es con la verdad, no con la popularidad de la causa que defiende: lo que hoy parece sólido, mañana tal vez no lo sea y deben estar preparados para aceptar que sus argumentos ya no son válidos. Pero no siempre ocurre así: siguen sosteniendo lo insostenible.
El término Intelectual puede ser peyorativo y lo esgrimen quienes no admiten opiniones en contrario.El mismo Chávez, a pesar de que le gustaba aparecer rodeado de libros y parloteando con algún autor, en la práctica, hacía todo lo posible por silenciar a los intelectuales que lo adversaban. Recordemos el trato dado a Mario Vargas Llosas y a Fernando Mires.
Obviamente, los intelectuales no tienen una opinión unánime ni completa acerca de los asuntos que los preocupa. De aquí la importancia del debate y de la multiplicidad de medios que divulguen sus diferentes opiniones. En tiempos de crisis el debate se hace más que necesario. Al debatir, surgen los argumentos de cada participante y esto ayuda al público a desarrollar sus propia opinión.
Los debates son esenciales a la democracia. Esta se niega cuando se censuran o cierran medios, se persigue y encarcela a los periodistas y escritores que denuncian algún hecho indebido sea del gobierno, sea de la oposición. Se compran periódicos para cambiar la línea editorial, se les niega papel, se les hace atentadosetc. Todas estas dificultades implican que el intelectual independiente asume un compromiso que siempre es riesgoso.
Obviamente, también existe el intelectual partidista, que si bien actúa por convicciones acerca de la legitimidad de los métodos y fines de su grupo político, corre el riesgo de apoyar tan intensamente a sus partidarios que termina por falsificar la realidad y hacer simple propaganda, rompiendo con lo único que le da legitimidad: su apego a la verdad.
Una señal de calidad democrática lo da la multiplicidad y profundidad de los debates entre intelectuales acerca de temas políticos de actualidad. Para debatir no es necesario que los participantes estén en un mismo medio, escenario o lugar. Basta que existan diversos medios y escenarios donde las opiniones puedan divulgarse. Por esto la libertad de prensa y el fácil acceso a los medios y redes sociales son esenciales para la democracia.