Del Guaire al Turbio – Mirar hacia atrás

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Mi artículo anterior, “Libertad del corazón”, tuvo en un par de personas una cálida acogida y en otra, un “no sé qué queda balbuciendo”. Ese alguien pensó, en un primer momento, que podía estar dedicado a él, pero se dio cuenta de que no era ni el “gran amigo escritor” ni el “gran poeta”. Le contesté con dos refranes: el que se pica es porque ají come… el que se pandea es porque está matao. Y le agregué: pero tú no perteneces a este grupo sino al de los reculados.

Salía el sol sobre la tierra cuando entraba Lot en Segor, e hizo Yavé llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego de Yavé, desde el cielo./ Destruyó estas ciudades y toda la hoya, y cuantos hombres había en ellas y hasta las plantas de la tierra./ La mujer de Lot miró atrás y se convirtió en un bloque de sal (Gen 19, 23-26).

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Algo así presenciamos en Hiroshima y Nagasaki el 6 de agosto de 1945.

Sin embargo, no es sobre esa tragedia de hace 70 años que quiero hablar, sino del bloque de sal. La mujer de Lot, según los crucigramas, se llamaba Edith, pero eso no está comprobado. Para la historia ella quedó como esa estatua debido a su desobediencia al ángel protector que los salvaba y miró hacia atrás. Esta actitud no siempre es sólo curiosidad, como pudo ser en esta mujer, sino deseo de devolverse como consecuencia de una mala decisión inicial. Solemos equivocarnos cuando, imbuidos por quién sabe cuáles influencias o gustos, escogemos una vocación, un destino. Otras veces, la equivocación es abandonar el camino iniciado por indecisión, cobardía ante la dureza de la ruta y falta de confianza en la ayuda de Dios.

Por eso dijo Jesús: Nadie que, después de haber puesto la mano sobre el arado, mire atrás, es apto para el reino de Dios (Luc 9, 62).
Sea como sea, es a estos devueltos a quienes yo llamo reculados: los que
regresan de una primera equivocación o los que se hunde en una real. Sin embargo, de ninguna manera los llamo desahuciados, ¡no! La misma Sagrada Escritura da una esperanza en la cual quizás no hemos reparado. La supuesta Edith se convirtió en estatua de sal, pero… ¿no se disuelve la sal en el agua? Por muy macizo que sea ese bloque, si recibe una lluvia continua, terminará deshaciéndose.

Símil muy sugestivo: los reculados quizás han hecho en su espíritu una estatua de sal, aparentemente muy densa, muy monolítica, pero la gracia divina puede venir como riego. Nos toca rezar y esperar. Más aún cuando ese echar para atrás se debe a una confusión juvenil y se escogió una vocación errada; entonces lo correcto, lo valiente, es recular y enderezar el rumbo hacia una meta distinta, pero real y segura. Y si el devolverse es por cobardía y se deja atrás una hermosa vocación, no hay que juzgar a esa persona sólo bajo la frase dura de Jesús que hemos citado, porque si no es apta en un primer momento para el reino de Dios, puede serlo después. Por encima de todo, Dios es caridad. Siempre podemos volver a él.

Todos los venezolanos, sin excepción, que por los errores de muchos hemos llegado a la crítica situación actual, no nos vamos a quedar como estatuas de sal, sin acción ni esperanza. Por el contrario, destruyamos lo estático, dañado e inútil con la lluvia de votos el próximo 6 de diciembre. No mirar hacia atrás, sino hacia el futuro.

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