«Sentí que todo esto era demasiado importante como para que solo fuera una empresa» Salman Khan.
«Ocurrió algo interesante», relataba Khan, con grandes dosis de teatralidad en las conferencias TED del 2011.»Me dijeron que me preferían en YouTube que en persona. Tiene mucho sentido. Podían parar o repetir a su primo sin tener que preguntar y avergonzarse». Lo mismo les ocurrió a miles de internautas. Las clases de álgebra y pre álgebra diseñadas para sus tutelados se convirtieron en trending topic. Por lo que sea, un indocumentado como maestro había dado con la forma de cautivar a estudiantes, adultos sin formación y adolescentes con problemas…» Mi hijo de 12 años tiene autismo y le han costado mucho las Matemáticas. Hemos intentado de todo, visto de todo, comprado todo. Nos cruzamos con su video de decimales y lo entendió «, le escribió un padre agradecido. » Entonces fuimos con las terribles fracciones. Lo comprendió. No podemos creerlo. Está tan emocionado».
A principios de 2009, más de 100.000 personas seguían sus vídeos y demandaban lecciones de otras materias. Hinchado de satisfacción, comenzó a coquetear con la idea de retirarse de Wohl Capital Management y crear una escuela mundial gratuita. No es que no le gustara su trabajo. «Era intelectual y financieramente gratificante», cuenta en su libro. «Pero estaba atrapado en una vocación que vi como algo mucho más valioso».
Khan y su esposa, médico internista, dejaron la compra de la vivienda para más adelante y lo invirtieron todo en el proyecto, confiados en llamar la atención de algún filántropo. Pasado nueve meses, la academia, con el cuartel general en el cuarto de invitados de su vivienda en Silicon Valley, crecía imparable en alumnos, pero no en donaciones y para consolidarlo era necesario perfeccionar el software, contratar ingenieros especialistas para abarcar desde la Física hasta la Biología o la Historia del Arte. Khan que ya había sido padre, empezó a pensar que lo mejor que podía hacer era volver a su antigua vida.
Pero en 2010 cambió su suerte. La primera buena noticia llegó de la mano de Ann Doerr, esposa del multimillonario John Doerr, inversionista en firmas tecnológicas: una doble transferencia de 10.000 y 100.000 euros. La segunda también se la dio ella por SMS: Bill Gates estaba contando en una conferencia que había descubierto en Internet Khanacademy.org, que estaba utilizando para ayudar con el álgebra y las matemáticas a su hijo Rory, de entonces 11 años.
Las palabras de Gates se tradujeron en dinero. Su fundación transfirió 1.5 millones de dólares casi al tiempo que Google donaba 2. Después se sumarían otros como el mexicano Carlos Slim. Se consolidaba así una escuela sin una etiqueta oficial que se ensaya con éxito en escuelas físicas– hay un millón de profesores inscritos para usar sus recursos educativos– y que ha supuesto una revolución para la educación sin que él se haga rico.
Salman Khan, una de las 100 personas más influyentes del mundo en 2012 según la revista Time, no es millonario ni probablemente lo sea nunca. Tampoco es su propósito.
Definitivamente, Khan está convencido de que la educación puede destapar genios, talentos, en cualquier parte del mundo.
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