El jardinero Brian Burgamy vivió una noche muy productiva, con dos jonrones y cinco empujadas, para darle soporte a la labor del dominicano Alexis Candelario y empujar a los Tiburones de La Guaira a una conquista por la vía del blanqueo 7-0 sobre los Navegantes del Magallanes, en un duelo de punteros disputado en el estadio José Bernardo Pérez de la capital carabobeña.
Los salados dejaron su récord en 18 y 13, mismo registro de los Tigres de Aragua, pero aparecen de primeros en la clasificación por haberle ganado la serie particular a los felinos y asegurarán los ocho puntos que da el nuevo formato de clasificación con una victoria este domingo los mismos Navegantes, sin importar si los aragüeños ganan o pierden.
Burgamy, de los importados más rendidores que tiene el actual torneo de la pelota criolla, se
echó al hombro al club de “Buddy” Bailey con su soberbio desempeño con el madero. La Guaira ya ganaba el partido cuando el patrullero izquierdo montó su exhibición de poder en las entradas seis y siete para meter el juego en el congelador.
Si Burgamy fue la figura en el ataque, el quisqueyano Candelario lo fue desde el montículo, con cinco entradas y dos tercios en blanco y apenas cuatro imparables permitidos. Su marca personal es ahora de 3 y 0.
Y cuando Candelario salió del encuentro, ya con una cifra alta de envíos al plato, el relevo se encargó de preservar la joya, merced del buen trabajo de Ramón Ramírez, Juan González y Gregory Infante, responsables de completar el blanqueo con tres y un tercio de labor impecable.
Otro dominicano, Lorenzo Barceló, abrió por Magallanes, pero, contrario a su compatriota, no tuvo una buena salida y se marchó del juego con apenas tres actos de labor y dos carreras en su estadística.
La Guaira marcó sus dos primeras anotaciones en el cuarto capítulo, ambas remolcadas por la vía del sacrifly en los bates de Miguel González y Heiker Meneses.
La ventaja se estiró a 4-0 en el sexto con el primero de los dos bambinazos de Burgamy, en este caso con Mustelier en la inicial.
Y la estocada llegó en el séptimo con el otro vuelabardas del importado litoralense, que llevó al plato a Cabrera y Mustelier.