Desde hace mucho tiempo hay quienes creen que son la conciencia de la humanidad, del mundo y de la venezolanidad, pretenden decirle a los demás qué, cuándo y cómo hacer las cosas, lo cual en cierta medida no es malo, por el contrario, hacerlo debiera ser el leit motiv de cualquiera que incursione en la política o quiera constituirse en generador de opinión pública.
Resulta que hay personajes de la fauna política venezolana, que quisieran ver derrotada a la oposición sólo para regodearse diciendo que ellos tenían la razón, que ya sabían que ninguna dictadura comunista salía con votos y que sólo ellos salvarán al país cuando vuelva la República, la democracia y la separación de poderes como consecuencia de un proceso de cambio que surja como generación espontanea y no inducido por el liderazgo opositor.
Esos son los que adversan el totalitarismo chavista pero desean instaurar un totalitarismo con sus ideas (que por supuesto son mejores que las chavistas, pero igual de fascistas) o son los que desean de todo corazón gobernar con sus amigos y conocidos (el mismo nepotismo de estos 17 años) porque nadie esta tan preparado como ellos, aunque al final no puedan influir en los ciudadanos porque no enamoran, no convencen y no tienen los recursos para hacerlo.
La conseja popular indica que el amor no sobrevive a un galán, que los dos no subsisten a una chequera y que no hay nada más peligroso que galán con chequera.
Sin chequera y sin galán
Pero si un galán con chequera es además un autoritario inescrupuloso que no tiene reparo en usar el miedo para dominar a los demás, porque sabe que este paraliza a los débiles, entonces se crea la tormenta perfecta que suprime la voluntad y el deseo de lucha. Así fue la historia de quien inició la desgracia que vivimos: se convirtió en galán (sin tener los atributos) por el voto popular y tenía una buena chequera (que no era de él) gracias a la factura petrolera.
Claro todo eso era fácil, porque si bien es cierto que no calzaba los estándares de estrella, tenía todo el dinero para comprar adeptos y partidarios, además los asesores cubanos le hicieron creer que había tanto amor como para que la gente se resteara con la revolución a pesar del hambre y que en caso de que lo irremediable ocurriera podía dejar a cualquier fantoche sin carisma, educación y autoridad como sustituto porque la fuente de dinero era inagotable.
Al final ocurrió lo que previsiblemente podía pasar: que el que se creía eterno se murió, que el billete se acabó, que heredero del galán sin billete se quedó y que el amor con hambre no duró, por lo menos así lo señalan las encuestas, por lo que a la caterva gobernante solo les queda el miedo, que cada vez es menor.
En este momento los venezolanos estamos en la encrucijada de tomar las decisiones necesarias para acabar con la tiranía que se ha incoado en el poder, podemos dormirnos en los laureles y quedarnos en nuestras casas esperando a un supuesto Salvador que tome el testigo en sus manos o por el contrario actuar con firmeza al ejercer nuestros derechos.
Pareciera mentira que tras vivir la suma de todos los vicios de los siglos XIX y XX en pleno XXI, aun haya quien no trabaje para salir de la tiranía chavista que nos mantiene oprimidos y prefieran que esta se mantenga porque la solución no es la que ellos proponen, lo cual demuestra que a pesar de lo mucho que dicen querer al país no tienen límites para el ridículo.
Llueve… pero escampa