Héroe de la tierra misma. Sobre los lomos de un caballo se empinó su voluntad de hierro.
Juan Canelón se hizo leyenda atravesando caminos. El horizonte lo dibujó en sus planicies transformadoras de llano; cruzó ríos impetuosos de espíritus rebeldes como él.
Cabalgó con la brújula de la luna plateada, entre senderos de lodazales en donde escoltaban los misterios de la espesura. En la plenitud de la tosca geografía, el ecosistema grandioso del palafrén. El ganado en veloz esprintada frente al destino que marcan los jinetes, que raudos marchaban en pos del inquieto animal.
Ambos son los protagonistas de este mundo que fue el comienzo de su fábula. Este recio venezolano trabajaba acarreando ganado desde los llanos hasta el centro del país; duraban meses llevando las reses por aquellas inmensas lejanías de enormes quebrachos, cuando una de ellas se atoraba en un río se lanzaban a sacarlas. Dormían al aire libre en hamacas, siempre pendientes de algún animal que pudiera atacar al rebaño. Aquellos hombres compartían largas horas de brega, seguramente alrededor de una fogata escuchaban la música de los copleros andariegos del llano profundo; trovadores de leyendas arraizadas en el romancero del folklore. Palabras que de generación en generación se transfiguraron en los cuentos de esos caminos.
De ese fango embrionario se forjó el legado del legendario Juan Canelón. Si bien su cuna de nacimiento es el noble territorio larense, es en el trabajo campechano donde termina de pulir su temple. Esa simbiosis entre el hombre que se convierte en el alma del corcel, y el esfuerzo compartido por someter el ímpetu de un toro; son la génesis del coleo como genuina expresión de nuestro pueblo. En los momentos de descanso siempre había espacio para derribar algunos vacunos. Es una práctica que inclusive nuestro prócer José Antonio Páez, realizaba periódicamente para divertirse con sus amigos. El héroe independentista honró tanto al caballo que el gran José Martí en sus escritos denominados Próceres Hispanos subrayó: ´´Sacó a Venezuela del dominio español, con tanta furia en la pelea como magnanimidad en la victoria, en una carrera de caballo que duró dieciséis años. No queda duda alguna entonces que fue el gran jinete. El mejor jinete´´. En su primera presidencia (1930-1935) emitió un decreto ordenando la inclusión de los toros coleados en toda fiesta patronal en Venezuela. De ese cuero histórico salieron las correas que uso Canelón para adentrarse en el arte.
Juan Canelón, utilizaba el tiempo libre para perseguir toros y tirarlos al piso con su estilo inconfundible. Así fue haciéndose único; hasta que al comenzar el coleo de manera regular, en mangas de improvisada madera, se transformó en el mejor exponente del país, paseó su fama por todos los rincones de Venezuela. Cuando la gente se enteraba que para los toros de su pueblo estaba invitado, ya los organizadores daban por sentado el éxito de la jornada. Sus triunfos y anécdotas colmaron páginas de la historia. Las más hermosas mujeres llenaban su pecho de cintas en el elixir del amor; solo qué llegó una hermosísima tocuyana de nombre Ananías Pérez, quien logró enlazarlo para siempre en el esplendoroso hechizo del amor profundo. Con ella tuvo siete hijos que son ejemplo de honradez y trabajo. Los más talentosos poetas derramaron su arte para inmortalizar sus hazañas. Igualmente la música encontró un personaje para contarnos a través de las notas la grandiosidad de un hijo del pueblo. Hace días la generosa tierra duaqueña lo recibió entre sus brazos. El héroe convertido en la leyenda de la cual hablarán todas las generaciones. Cuando un toro en veloz carrera rete al hombre a caballo, allí renacerá el mito de Juan Canelón para proseguir su marcha por los caminos…