¿Habré leído bien? Se preguntará usted. ¿Optimismo? ¿De qué habla este señor? Y yo que lo tenía por persona seria. ¿Cómo ser optimistas con tantas señales de deterioro en el marco de una crisis tan profunda? Bueno, pues leyó bien.
En medio de las grandes dificultades que atravesamos, agravadas cada día por la tozudez gubernamental en insistir en mantener como sea sus políticas fantasiosas, ajenas a la realidad más obvia, veo con optimismo a nuestro país. Aquí hay reservas de talento, patriotismo, ganas de hacer, sentido constructivo con las cuales enfrentar y superar la severa crisis nacional. No es que uno la subestime, pero tampoco debe subestimarse al pueblo venezolano.
Rindo tributo al heroísmo de quien mantiene abierto una empresa de cualquier tamaño. Sea industrial o comercial, agrícola o ganadera. Tiene mucho mérito cuando es amenazado, acosado, agredido constantemente. También pondero al trabajador que cumple a cabalidad cuando todos los estímulos que recibe son para estimular la flojera, el “da lo mismo”. Profesores y estudiantes universitarios dan a diario muestras de que la esperanza tiene fundamento, todo conspira contra ellos y allí están.
Esa lucha social, no es otra cosa, tiene una correlación directa con lo que aprecio en el campo de la lucha política. Ando en eso y por lo mismo soy testigo de que tenemos derecho a la esperanza.
Firmé el remitido del grupo Armonía. Gente comprometida con el cambio democrático sin sujeciones a disciplina partidista y sin interés personal en alguna ventaja o prebenda. Me honra que mi nombre aparezca junto al de ellos en ese texto limpio, categórico de respaldo a la Unidad y sus candidatos. Muchos de esos independientes fueron muy partidarios de elecciones primarias para escoger nuestros candidatos al parlamento, cualquiera de ellos o ellas sería un excelente diputado. Pero tienen claro el sentido de las prioridades. En momentos como éste, nadie puede ponerse por encima del interés nacional.
En la última semana he acompañado a jóvenes candidatos a la Asamblea. A Miguel Pizarro en Petare y a Stalin González, quien corre en llave con Richard Blanco, en el vasto circuito caraqueño que empieza en Puente Hierro y llega hasta Macarao. Qué ambiente tan estimulante el que encontré en las asambleas realizadas. Y qué madurez la demostrada por estos dirigentes. Sensatez, buen criterio, realismo y rebeldía constructiva ante una realidad como la que vivimos.
Con mi hijo, que es profesor en historia de las ideas, fui invitado a Petaquire para hablar en el Campus Roscio, un curso de formación y convivencia con jóvenes de Primero Justicia venidos de toda Venezuela. Un centenar de muchachos, universitarios en su mayoría, metidos varios días en una hacienda de la montaña de El Junquito, preparándose, discutiendo, formulando preguntas agudas y pertinentes. Estoy a la orden de todos los partidos de la Unidad para estas actividades. El futuro no es un misterio ni una condena, es una oportunidad cuyo aprovechamiento depende de nosotros.