Les cuento. Hace algún tiempo me conseguí con una amiga cristiana en una cola en un establecimiento comercial donde estaban vendiendo alimentos. Cuando me vio, sentí como que no quería establecer contacto con mi persona. Me le acerqué, le di la mano y la saludé. Enseguida me preguntó qué hacía allí y obviamente le dije, tratando de hacer alguna compra como el 99 por ciento de los venezolanos. Lo que sirvió para que me comentara acerca de la actitud de un hermano con cierto liderazgo en su iglesia, que la consiguió a ella y a otras hermanitas haciendo una extensísima cola para adquirir dichos alimentos y las trató de manera dura y desconsiderada. Les dijo: ¿Por qué estaban haciendo esa cola, si ellas eran hijas de Dios, que debían tener más fe en el Señor? De inmediato me preguntó si hacer esas colas era pecado. Lo cual me recordó el pasaje bíblico donde Jesús increpa duramente a los fariseos por su actitud cruel para con los humildes creyentes judíos. “¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!”Mat.23:24 Mat.23:24.
También me hizo recordar un interesante pasaje del libro Joyas de los Testimonios (Tomo 1) de la escritora norteamericana Elena de White que dice: “Vi que la mente de algunos miembros de la iglesia no ha funcionado correctamente. Algunos, de temperamento peculiar, se han valido de sus propias nociones para medir a sus hermanos. Si algunos no estaban completamente de acuerdo con ellos, en seguida se producían dificultades en el campamento. Algunos han colado el mosquito y tragado el camello. … Han vivido durante algún tiempo velando para mantener a sus hermanos en el camino recto, observando todo defecto para crearles dificultades. Y mientras hacían esto, su mente no se aferraba a Dios ni al cielo ni a la verdad, sino precisamente donde Satanás quiere que se aferre: a alguna otra persona. Los tales han descuidado sus almas; rara vez advierten sus propios defectos, porque han tenido bastante que hacer para observar los defectos ajenos. Ni siquiera analizan sus propias almas ni escudriñan su propio corazón” ¿Cómo les parece?
La verdad, solo alcancé a decirles, que no se preocuparan tanto por ello. Que “de todo hay en la viña del Señor”. Y, les recordé, la travesía que a lo largo de toda la historia, el pueblo de Dios ha tenido que padecer para su sobrevivencia. Les dije, que se imaginaran la cola que los hijos de Jacob tuvieron que hacer cuando la hambruna azotó la tierra y ellos tuvieron que trasladarse hasta Egipto para poder comprar las provisiones. Recalqué, lo más importante es hacer la parte que nos toca para proveer honestamente a nuestras familias de alimento y confiar plena y absolutamente en las promesas de Dios para sus hijos. “Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan” Sal.37:25. ¡Hasta el próximo martes Dios mediante!