El cambio es una noción irremediablemente ligada a la percepción del tiempo y a la valoración que todo ser humano hace, en su contante devenir, de sus seguridades y temores, de sus satisfacciones o anhelos. La vida misma es un largo proceso de cambios, que en silencio o ruidosa irrupción, van transformando nuestra realidad y a todo aquello que la configura a nuestro alrededor.
En términos organizacionales, sociales, económicos o políticos, el cambio es la suma compleja y dinámica de percepciones, factores y efectos que generan nuevas situaciones. Avistarlo, impulsarlo o impedirlo, es expresión de nuestro lugar, posición, grado de poder o influencia en el escenario en el cual se manifieste.
Si algo han generado como una certeza monumental estos 16 años de gobierno de la “revolución”, y su tangible, doloroso y deprimente balance de deterioro, empobrecimiento, destrucción institucional, retroceso y distorsiones económicas e inflacionarias, es el consenso, presente en todos los recientes estudios de opinión, en el deseo mayoritario de los venezolanos por un cambio en la situación del país.
Paradójicamente, el responsable del actual cuadro de deterioro económico, de represión política, de amedrentamiento y control social, el gobierno, no sólo niega su responsabilidad, exhibe su autismo político encerrado en su delirio ideológico y de izquierda, y aspira seguir, inerme y paralizado, eunuco de ideas y sensatez, aferrado al poder y decidido por todos los medios a bloquear e impedir ese cambio político, que pareciera tender a expresarse el próximo 6-D.
¿Desaparecerán los problemas la mañana del 7-D si la oposición logra una representación mayoritaria en la Asamblea Nacional? No. Pero ese hecho, puede ser el inicio no sólo de un cambio en la representatividad política e institucional del país, reflejo de la nueva correlación de fuerzas políticas e identidades, sino también el aviso definitivo para los seguidores del chavismo, de que la alternabilidad es siempre un rasgo y posibilidad de la democracia, y que en la historia, hay ciclos que se inician, y otros que terminan.
El escenario económico, fiscal, social e inflacionario, que ha pretendido ser manipulado y ocultado por Nicolás Maduro, es delicado, y se ha hecho sentir en el bolsillo de todas las familias venezolanas. Responsabilidad y transparencia, son dos elementos que deben rescatarse en su abordaje desde el Estado, como en muchos otros ámbitos de la acción oficial.
Que la voluntad de cambio pueda expresarse libre y pacíficamente, y que los distintos liderazgos, los que presencian el ocaso, y aquellos que emergen en la confianza del electorado y en la lectura del momento, entiendan la necesidad de un acuerdo en la reconstrucción de este contrato social llamado Venezuela.
@alexeiguerra