En el mundo hay países que han demostrado que es posible combinar la economía capitalista con un alto nivel de justicia y bienestar social. Uno de ellos es Noruega. Y lo ha hecho con tanto éxito que para muchos ella representa el verdadero camino hacia el socialismo del siglo XXI. Desafortunadamente, ese país es invisible a los ojos de quienes desde hace años vienen proponiendo, con pésimos y costosos resultados, un socialismo del siglo XXI basado fundamentalmente en el marxismo.
Así, en vez de mirar hacia Noruega calibrando sus éxitos y preguntándose cómo lo hizo, miran hacia Cuba sin ver el montón de problemas y limitaciones que tienen. Y cuando los admiten los atribuyen al imperialismo, pero solo al imperialismo, jamás a las severas inviabilidad del marxismo. La ideología distorsiona la visión y comprensión de la realidad.
Noruega tiene unos 6 millones de habitantes. La mayor parte de su territorio es ártico, montañoso, con muchos lagos y extensos bosques. Es un país desarrollado que vive del petróleo, del aluminio, de la madera y de la pesca, de la metalmecánica naval, además de los servicios, y siempre con altos criterios de protección ambiental.
El resultado de sus muchas iniciativas políticas y sociales es que desde hace varios años ocupa el primer lugar en la tabla de desarrollo humano de la ONU, el índice Gini.
Su inflación fue de 2,03% en el 2014, el desempleo fue de 3,1% en el 2013, y cuando alguien queda desempleado conserva sus ingresos y entra en un programa de capacitación y protección laboral hasta su reinserción. La escolaridad es total y los estudiantes están becados desde el preescolar hasta el postgrado y los estudios son muy exigentes y competitivos. El ciudadano está protegido por una seguridad social que le cuida desde que es concebido hasta el final de su vida. Un hecho importante es que no hay vergonzosas diferencias de ingresos: el gerente o el dueño de una fábrica gana unas tres veces lo que gana el obrero.
La actividad económica tiene una fuerte presencia del Estado, sea como propietario o como participante en el sector privado. Noruega tiene uno de los impuestos más altos del mundo, un 60%, y la gente lo paga pues percibe que estos recursos son invertidos con sensatez y transparencia, basados en un pacto nacional de equidad.
Noruega es un país pacífico en el que ocurren apenas unos 50 asesinatos al año y el tratamiento al delincuente se funda en la reeducación, no en la represión. No hay corrupción, la transparencia es total y por ley fiscal cualquier ciudadano puede comprobar los ingresos de cualquier otro, incluyendo los políticos y los miembros de la casa real.