Portero del prostíbulo (I)

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Recibí esta información por correo, la cual me motivó a compartirla con mis lectores, ya que conozco en buena parte la tradición de la ciudad de Brasil Estado de Río Grande del Sur. Estado y país que conozco bastante por más de 26 años viajando hacia allá y negociando con ellos. Durante este tiempo fui representante de la industria Rossi, de tradición de 3 ó 4 generaciones, al igual que la industria Tramontina, que también representé. Quiero compartir esto con el espíritu de que sea un mensaje a la voluntad y al deseo de hacer.

Una historia sorprendente

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No había en el pueblo peor trabajo que ser portero del prostíbulo. ¿Pero qué otra cosa podría hacer aquel hombre?
El hecho es que nunca había aprendido como Leer ni escribir, no tenía ninguna otra actividad u ocupación.

Un día entró como gerente del burdel un joven lleno de ideas, creativo y emprendedor, que decidió modernizar el lugar.

Hizo cambios y llamó a los empleados para dar las nuevas instrucciones.

Al portero le dijo:
-A partir de hoy, usted, además de estar en la entrada, va a preparar un informe semanal donde registrará la cantidad de personas que entran y sus comentarios y quejas sobre los servicios.
–Yo adoraría hacer eso, señor -balbuceó- pero no sé leer ni escribir.
-¡Ah! ¡cuanto lo siento! Pero si es así, ya no puede seguir trabajando aquí.
-Pero señor, no puede despedirme, he trabajado en esto mi vida entera, no sé hacer otra cosa.
-Mire, lo entiendo, pero no puedo hacer nada por usted. Le daremos una buena indemnización y espero que encuentre algo qué hacer. Lo siento y que tenga suerte.
Dicho esto, se dio la vuelta y se fue. El portero se sentía como si el mundo se le derrumbara. ¿Qué hacer?
Recordó que en el prostíbulo, cuando se rompía alguna silla o una mesa, él las arreglaba, con esmero y cariño. Pensó que esto podría ser una buena ocupación para conseguir un trabajo. Pero sólo contaba con algunos clavos oxidados y una pinza mal cuidada. Usaría el dinero de la indemnización para comprar una caja completa de herramientas. En el pueblo no había casa de herramientas, debería viajar dos días en mula para ir al pueblo más cercano para comprar. Y así lo hizo.

A su regreso, un vecino llamó a su puerta:
-Vengo a preguntar si tiene un martillo para prestarme.
-Sí, acabo de comprarlo, pero lo necesito para trabajar, ya que…
-Bueno, pero yo se lo devolveré mañana muy temprano.
-Si es así, está bien.
A la mañana siguiente, como había prometido, el vecino llamó a la puerta y dijo:
-Mire, yo todavía necesito el martillo. ¿Por qué no me lo vende?
-No, lo necesito para trabajar y además, la ferretería más cercana está a un viaje de dos días, en mula.
-Vamos a hacer un trato -dijo el vecino. Le pagaré los días de ida y vuelta, más el precio del martillo, ya que está sin trabajo en este momento. ¿Qué piensa? Realmente, esto le daría trabajo por dos días más.
-Acepto.
Volvió a montar su mula y viajó. A su regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su hogar.
-Hola, vecino. Usted vendió un martillo a nuestro amigo. Necesito algunas herramientas, estoy dispuesto a pagarle sus días de viaje y una pequeña ganancia más para que me las compre, porque yo no tengo tiempo para viajar para hacer las compras. ¿Qué piensa?

El ex portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Pagó y se fue. Y nuestro amigo guardó las palabras que escuchaba: «No tengo tiempo para viajar a hacer las compras”.

Si esto es así, muchos requerirán de él para viajar y traer herramientas.

En el próximo viaje arriesgó un poco más de dinero, trayendo más herramientas de las que había vendido. De hecho, podría economizar un poco de tiempo en los viajes. La noticia comenzó a esparcirse por el pueblo y muchos, queriendo economizar el viaje, hacían encomiendas. Ahora, como vendedor de herramientas, una vez por semana viajaba y traía lo que necesitaban sus clientes
Con el tiempo, alquiló un galpón para almacenar las herramientas y unos meses más tarde, se compró una vitrina y un escaparate y transformó el galpón en la primera ferretería en el pueblo. Todos estaban contentos y compraban allí.

Unidos todos por la paz, la convivencia, el respeto y la prosperidad de nuestro país.
Jose Gerardo Mendonza Durán

[email protected]

@JGMendozabarqto

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