Voy a contarles una historia de esas que nos hacen reflexionar y al mismo tiempo nos entretienen… mucho se ha dicho y se dice en la historia de la humanidad, acerca de la importancia propagandística de la técnica del rumor. De sus consecuencias y sus alcances para verificar eso, nada mejor que este relato que a continuación les presento y que es tomado de esas viejas pero aleccionadoras historietas judías.
El cuento de Reb Feivel
En la ciudad de Tarnapol vivía un hombre llamado Reb Feivel. Cierto día, mientras estaba sentado en su casa, profundamente absorto en la lectura del Talmud, oyó un gran bullicio afuera. Cuando se asomó a la ventana, vio un grupo de chiquillos traviesos. “Seguro que están por hacer otra travesura”, pensó Reb Feivel. “Niños, vayan corriendo a la sinagoga”, les dijo asomado a la ventana. Y con tal de recuperar su tranquilidad agregó lo primero que se le ocurrió: “Van a ver que allí hay un monstruo marino, ¡Y vaya monstruo!
Es un ser de cinco pies, tres ojos y una barba como la del chivo, pero verde. Por supuesto, los niños salieron corriendo, y Reb Feivel regresó a sus estudios. Sonrió para sus adentros al pensar en la artimaña con que había alejado a aquellos bribones. Pero al poco rato, sus estudios fueron nuevamente interrumpidos, esta vez por el ruido de pasos.
Cuando miró por la ventana, vio a varios judíos que pasaban corriendo. ¿Hacia dónde van tan deprisa?, les preguntó. ¡A la sinagoga! Contestaron los judíos. ¿No se enteró? Allí hay un monstruo marino. Un ser con cinco piernas, tres ojos y una barba como la de un chivo, pero verde. Reb Feivel se rio con ganas, pensando en la broma que se había gastado, y volvió a enfrascarse en la lectura del Talmud. Pero apenas había comenzado a concentrarse, cuando oyó un bullicio de un gran tumulto en la calle.
¿Y qué vio al asomarse en la ventana? Una multitud formada por hombres, mujeres y niños, todos los cuales corrían hacia la sinagoga. ¿Qué sucede? Les gritó. ¡Vaya pregunta! ¿No se enteró? Le respondieron. Delante de la sinagoga hay un monstruo marino. Es un ser de cinco pies, tres ojos y una barba como la de un chivo, pero verde. Cuando la multitud ya se alejaba, Reb Feivel se percató, que entre ellos se encontraba el rabino. ¡Santo Dios! –exclamó- . si el rabino en persona se ha unido a esta gente, algo debe estar sucediendo de verdad. Donde hay humo hay fuego. Y sin pensarlo dos veces Reb Feivel tomó su sombrero y corrió tras la multitud. ¿Quién sabe?, murmuró para sus adentros, mientras corría, casi sin aliento, rumbo a la sinagoga.
Pienso luego existo…
Con esta historia, comprobamos el poder de un rumor en materia de opinión pública. Su forma de expandirse y nutrir el interés colectivo para hacerse tan real que incluso, en muchos casos, permanece por muchas generaciones haciendo un recorrido de boca en boca sin que nadie se pregunte en algún momento sobre el origen del mismo. Y en el caso particular de esta historia, pues su mismo creador le da el beneficio de la duda en cierta circunstancia. Lo que pudiera indicarnos que quien crea el rumor en un determinado momento podría ser presa de su creación.
En relación a esto, muchos gobiernos y personajes históricos han usado y siguen usando la técnica del rumor para crear zozobra en sus adversarios. El problema es que, en ciertas oportunidades, se generan unos verdaderos monstruos literarios que difícilmente pueden ser controlados por alguien en particular, y es allí donde el daño causa estragos como una ametralladora disparando hacia todos lados sin control alguno. Hay que tener cuidado con estas creaciones malintencionadas y filtrar adecuadamente todo tipo de información, especialmente en países como Venezuela, donde el laboratorio propagandístico está activado hace largo rato…
Octubre- noviembre tensos…
Quedan menos de dos meses para la celebración de los comicios parlamentarios en Venezuela. Por primera vez tenemos un cuadro extremadamente desequilibrado en lo que se refiere a medios de comunicación. Una campaña electoral en tales circunstancias ameritará el ejercicio sano del “poder del rumor” para llegar al mayor número de electores posibles. La dinámica obligará a concentrar esfuerzos para generar las mayores cajas de resonancia que puedan multiplicar los mensajes a la mayor velocidad y así, trascender la hegemonía comunicacional que solo muestra una parte de la pluralidad política que representa al país. Una tarea nada fácil pero no imposible. Sociedades de otras latitudes vivieron situaciones semejantes y lograron imponerse frente a criterios de censura y auto-censura. Y es simple la ecuación: la información corre como un rio que recupera su caudal perdido en un eventual aguacero.
