Plantearlo como interrogante ya es un avance para lo que sigue. Es el paso siguiente a su reconocimiento. Cuestión que ningún venezolano ni nadie que esté atento a lo que ocurre en nuestro país, puede negarlo, al margen de las razones que se argumenten para explicarla y los intereses de carácter político en juego. Cuando la conseja popular habla de ajustarse el cinturón y colocarse los tirantes, está en lo cierto. Lamentablemente, no todos los sectores ni instituciones pareciese que terminan de asimilar y comprender la magnitud de la situación. El 6 de diciembre está en la misma moneda devaluada.
Es parte de lo que se discute, desde hace años atrás: no todo el mundo está preparado para lidiar con lo imprevisto. La fábula del niño y el lobo; la parábola de las vacas gordas y las vacas flacas; los libros de autoayuda, ninguna enseñanza dejaron frente a la vorágine del consumismo auspiciada por una economía postiza, artificialmente soportada sobre unos precios petroleros cuya rentabilidad, por incompetencia de quienes administraron dichos ingresos y planificaron el desarrollo, impidió diversificar la producción.
La memoria histórica así lo confirma, sin que alguna lección de la cultura rentística y los antivalores representados por el paternalismo, la especulación, la ganancia fácil, la corrupción, el clientelismo, entre otros, presentes en el modo de administrar esa renta, hayan podido ser contrarrestados por un sistema educativo diferente, distinto, incluyendo a otros actores indirectamente ligados a la educación como hecho transversal y clave en la construcción o reconstrucción de la sociedad.
Contrariamente a lo que pudiera creerse, frente a ese lado oscuro de la realidad polarizada que vivimos, es innegable que hay esfuerzos concretos que pueden exhibirse como logros, pero que como recientemente señalara un experto en el tema, como Bernardo Kliskberg, refiriéndose a América Latina: “Silenciosamente, muchos funcionarios públicos, integrantes de diversas áreas de la sociedad civil, universidades, comunidades religiosas, y otras organizaciones ciudadanas trabajan a diario por el bien común, pero no tienen prensa”. Los emprendimientos y las historias de vida son ilustrativos.
Parte del reconocimiento de la crisis, en lo inmediato, pasa por internalizar datos como el siguiente: “Los precios de la cesta petrolera venezolana para el primer semestre del 2016 deben oscilar entre 32 dólares y 40 dólares el barril”, (Quiroz, dixit), ello significa que el presupuesto nacional para el año entrante debería elaborarse sobre la base mínima. Conciliar salarios, providencias estudiantiles y funcionamiento no será fácil. ¿Los organismos e instituciones dependientes del Estado, incluyendo las universidades, saben lo que eso significa? ¿Es el cierre “técnico” la única opción?
Actualmente, el 70% de las Instituciones de Educación Superior (IES) está trabajando, mientras que el 30% está paralizado, los estudiantes no están recibiendo clases. El proyecto de Universidad Socioproductiva, en el marco de un modelo de desarrollo humano sustentable, en medio de la situación, comienza a perfilarse como una opción viable en su relación con las comunidades de productores artesanales y con base en las potencialidades endógenas de cada zona y las fortalezas de cada institución. Algunas universidades politécnicas territoriales ya exploran maneras de enfrentar la crisis.