En el mundo hay países que son exitosos modelos de desarrollo económico-capitalista combinado con un alto nivel de justicia y bienestar social. Uno de ellos es Noruega. Y lo ha hecho con tanto éxito que para muchos es el verdadero camino hacia el socialismo del siglo XXI. Desafortunadamente, ese país es invisible a los ojos de quienes desde hacen años vienen proponiendo, con pésimos y costosos resultados, un socialismo del siglo XXI basado fundamentalmente en el marxismo.
Así, en vez de mirar hacia Noruega y los otros países nórdicos, preguntándose como lo hicieron, miran hacia Cuba y por la ceguera no ven el montón de problemas y limitaciones que tienen. Y cuando admiten algunos de esos problemas, los atribuyen al imperialismo, jamás a severas inconsistencias e insuficiencias del sistema. No hay peor ciego que el que lo es por razones ideológicas: dejan de ver lo que hay que ver y ven lo que no existe.
Noruega tiene unos seis millones de habitantes. La mayor parte de su territorio está en el ártico, es montañoso con muchos lagos y cubierto de bosques. A partir de los años ’60 se convirtió en un país petrolero. Antes el país ya había desarrollado la industria maderera, la pesca, la ganadería y sus derivados, comunicaciones, ciencias de la salud, educación de muy alta calidad y sus tecnologías son muy cuidadosas del medio ambiente. El resultado de sus muchas iniciativas políticas, sociales técnicas, etc. es que desde hace varios años ocupa el primer lugar en la tabla de desarrollo humano de las Naciones Unidas, el índice Gini.
Su inflación es cero (o,15% al año), la escolaridad es total y los estudiantes tienen becas desde el preescolar hasta los postgrados. El ciudadano está protegido por una seguridad social de primera calidad y cobertura total puesse le cuida desde que es concebido hasta el final de su vida. No hay vergonzosas diferencias ingresos: un gerente o el dueño de una fábrica gana apenas tres veces lo que gana el obrero. Y aunque tiene uno de los impuestos más altos del mundo, un 60%, la gente lo paga pues estos recursos son invertidos con total trasparencia, basados en un pacto nacional de equidad. La criminalidad es muy baja, apenas unos 50 asesinatos al año y el tratamiento al delincuente se funda en la reeducación, no en la represión.
No hay corrupción y cualquier ciudadano puede entrar al registro de información fiscal y comprobar los ingresos de cualquier otro, incluyendo los políticos y los miembros de la casa real. Con estos resultados ¿no vale la pena preguntarse cómo lo lograron? De esto nos ocuparemos en las próximas entregas.