Como la famosa canción para el estiramiento en la séptima entrada de un juego de pelota, esta temporada de béisbol local la gran mayoría de la población quedará diciendo “llévame al juego”. Y es que el precio de una entrada equivale a una semana de trabajo. Un gasto razonable para una noche de pelota de 3 entradas, 3 hamburguesas, 2 refrescos y 5 cervezas, superaría un salario mínimo en Venezuela. Estamos ponchados.
Entender la crisis a través del béisbol pudiera ser un útil ejercicio pedagógico. El modelo socialista que colapsó sin que el Gobierno responsable haya tomado la decisión de rectificar, también deja ver sus distorsiones en el pasatiempo preferido del venezolano. A los equipos de la liga profesional le liquidan dólares preferenciales para compra de algunos insumos y para la contratación de los peloteros importados. Nada nuevo. El problema es que ahorita la distorsión del sistema cambiario es tal que hace que los jugadores criollos salgan perdiendo, al punto que ya no les interese jugar en su país. Un grandesliga criollo que cobra en bolívares cuando vaya a cambiar sus churupos en dólares en el mercado libre que es el único disponible, terminará recibiendo si acaso el 10% del ingreso que recibió un gringo Doble A a quien se le pagó con dólares subsidiados. Y es que así es la “patria socialista”, termina favoreciendo lo importado en detrimento de lo nacional. Igual pasa con la economía. Los dólares se van a comprarle a empresarios extranjeros productos terminados en otros países, mientras que los productores nacionales no tienen acceso a la divisa oficial para comprar insumos, tecnología o equipos. En el béisbol pasa lo mismo.
Pero la distorsión no sólo se ve en el terreno de juego, sino también en la tribuna. Para una persona que trabaje en Venezuela la entrada le cuesta, como dijimos, una semana de trabajo. Pero si viniera algún venezolano que trabaje en el imperio de visita por estos lares, gastaría por su entrada menos de 3 dólares que es a su vez menos de la mitad de la hora de trabajo más barata allá. O sea, lo que aquí cuesta una semana de trabajo, allá cuesta veinte minutos. El caso es que la entrada para un juego de béisbol en Venezuela es la más cara del mundo para quien gana en bolívares y a su vez es la más barata del mundo para quien tiene dólares. Y eso es el reflejo de todo un país dolarizado a medias que ha generado la mayor desigualdad de cualquier régimen o modelo: Los que ganan en bolívares y los que tienen los dólares.
Ojalá entendamos la magnitud de la crisis y el colapso de un modelo que destruyó nuestra moneda, dejando a los trabajadores en la quiebra más grande. Ellos no rectifican porque tienen los dólares. Le toca al pueblo reclamar lo suyo. El 6 de diciembre tenemos la oportunidad. Play Ball.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
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