En días como los que vivimos es común pensar que el poder, entre quienes ejercen el poder, es absoluto e inagotable. En realidad la experiencia histórica lo que nos demuestra es lo contrario: todo poder termina. El cambio es parte consustancial de la sociedad por más que tengamos regímenes que quieren perpetuarse en el poder. Y el cambio, a final de cuentas, lo protagonizan aquellos que parecían no tener el poder. El gran intelectual y primer presidente democrático de la hoy extinta Checoslovaquia, Václav Havel (1936-2011) acuñó certeramente en uno de sus libros este título que hoy tomamos para este artículo: el poder de los sin poder.
En la Venezuela de este último trimestre de 2015 está en juego precisamente la posibilidad de comenzar a cambiar un modelo que pretendía extenderse indefinidamente. En unas elecciones desiguales, ya que tiene una cancha de juego presentando un claro desnivel para favorecer a los que ejercen el poder, en realidad el poder estará en manos de quienes no tienen poder –aparentemente- en las próximas elecciones parlamentarias. Para cada ciudadano, en nuestro país, el único ejercicio de poder posible hoy es votar, y eso lo han entendido millones de venezolanos.
Un voto masivo de rechazo al modelo político y económico es lo que se está cocinando para este 6 de diciembre. Un mensaje claro a favor del cambio por parte de la sociedad venezolana, que en el fondo lleva otro mensaje: el poder está en verdad entre quienes no tienen poder. Eso, desde mi punto de vista, será una gran lección más allá de que haya –como lo dicen hoy todas las encuestas- una mayoría evidente a favor de la alternativa democrática. Será muy importante que el voto popular respalde a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) para constituir una nueva mayoría en ese espacio de poder estratégico que es la Asamblea Nacional, pero más importante será el rechazo mayoritario que Venezuela le expresará a quienes hoy ejercen el poder.
El postchavismo, este gobierno que encabeza Nicolás Maduro desde hace más de dos años, ha fracasado en diversos ámbitos. Por más que se apueste a construir un relato victorioso de este período (y para ello cuenta con una aceitada hegemonía comunicacional), lo que vive la gente es el fracaso de un modelo. Fracaso político en construir respuestas para hacer frente a la crisis y fracaso del modelo económico que nos llevó a esta dura crisis, que tiene sus expresiones más evidentes para el venezolano común en el desabastecimiento y el alza de precios. La adjudicación de responsabilidades a otros por el fracaso oficial ya no cala en la población. Todo tiene su final y estamos en presencia del epílogo del postchavismo.
¿Será fácil el período que siga a las elecciones del 6 de diciembre? Claramente no. Se combinará en 2016 la agudización de la crisis económica con una transición política que emanará de las urnas, obviamente si ese descontento que hoy vivimos se convierte en una nueva mayoría. No será fácil, pero la conquista electoral de la Asamblea Nacional y que se refleje allí el cambio político será un primer paso que nos permitirá vivir las dificultades con un horizonte cierto de mejoría. Hoy vivimos las secuelas del fracaso económico y político del gobierno de Maduro sin esperanza alguna de que las cosas vayan a mejorar bajo su mandato.
Este 2015 se me parece mucho a 1998. Se cocinó en los meses de la campaña hace 17 años un sacudón político, que terminó llevando a Hugo Chávez al poder. Hoy se está cocinando –y cualquiera lo puede percibir- un gran descontento que expresado en las urnas será un mensaje claro de los que no tienen poder: es inaplazable el cambio.
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