La biodanza es un arte que permite reencontrarse, expresando lo mejor del interior y cultivando el espíritu para renacer cada día, pues la música, los movimientos corporales y el trabajo en grupo, pueden llegar a ser la combinación perfecta para mejorar nuestra calidad de vida y alcanzar la felicidad
Generalmente, nos preguntamos cuál será la clave para ser más felices o qué podemos hacer para vivir alegres y agradecidos. Frente a estas interrogantes, surge la biodanza como una propuesta interesante, que busca la integración del ser humano fomentando el goce de vivir. Se trata de una disciplina que fue creada por el antropólogo y psicólogo chileno Rolando Toro Araneda en 1960, la cual se instaura en América Latina algunos años después con el firme propósito de demostrar el poder de cada ser humano para conocer su interior, valorando las más genuinas emociones que permiten ver la vida desde una perspectiva positiva.
En nuestra ciudad, funciona desde el año 2010 en una casa campestre que queda vía a El Manzano, la Escuela Barquisimetana de Biodanza, donde se trabaja con hombres y mujeres dispuestos a experimentar “vivencias integradoras”, que expresen la verdadera identidad, modifiquen el estilo de vida y restablezcan el orden biológico.
Así, Florelena Pérez Calles, fundadora de la Escuela e instructora, comenta que la danza al ritmo de música orgánica que no violenta los ritmos internos del ser, actúa como un recurso terapéutico para aventurarse en un viaje profundo que despierta la intensa sensación de ser uno mismo, afirmando que “vivimos disociados entre lo que pensamos, decimos y hacemos, la idea es unificar criterios, expresando plenamente nuestro ser”.
Como parte del universo
La biodanza se encuentra establecida bajo el principio biocéntrico, un paradigma que propone la defensa y evolución de la vida en cualquiera de sus manifestaciones. Al respecto, Pérez Calles explica que como integrantes del universo, debemos comprender que al respetar y relacionarnos mejor con cada elemento que en él participa, estaremos encaminados a vivir en mayor armonía.
Por otro lado, y como parte de una mejor calidad de vida en sintonía con el universo, también es importante evitar las corazas caracterológicas, que tal y como explica la especialista, reprimen la verdadera personalidad de cada individuo impidiendo expresar lo que verdaderamente siente.
De allí que la iniciativa de danzar por la vida, contribuya a liberar “cargas” en grupo, para descubrir todas las emociones que guarda el ser interior. Todos estos aspectos son abordados en la Escuela Barquisimetana de Biodanza, como parte de las clases impartidas semanalmente y en la formación que reciben los aspirantes a ser facilitadores de esta actividad, respaldada por la International Biocentric Foundation (Fundación Internacional de Biodanza), que actualmente abarca los cinco continentes del mundo.
Trabajando integralmente
La especialista en biodanza, explica que esta actividad trabaja bajo cinco líneas de vivencias:
Vitalidad: Es entendida como un sistema de autorregulación biológico, que permite abordar objetivos de vida con ímpetu y entusiasmo tomando en cuenta la necesidad de descanso que se tiene como ser humano.
Creatividad: Liberando potenciales que se puedan tener reprimidos a lo largo de la vida, y que han impedido la máxima expresión del ser.
Sexualidad: Tiene que ver con la pasión con la que se vive cada uno de los proyectos de vida. También considera la vinculación con la pareja y la autorrealización.
Afectividad: Hace referencia a la vinculación con el “yo” interno y con los demás, aceptando las debilidades, fortalezas y diferencias. Dentro de la afectividad, se incluye el poder entender cuando es necesario alejarse del otro para vivir mejor.
Trascendencia: Ir más allá del límite corporal, superando los egos y conflictos personales, para abrirse a nuevas posibilidades y oportunidades de vida.
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