Hay un hecho incuestionable y nadie puede negarlo: la crisis económica actual. Desde el año 2007 se gestó a nivel mundial. En el país se acentuó con la caída de los precios del petróleo y se traduce en la situación de desabastecimiento generalizado que padecemos. No hay sector ni organización que escape a ella.
En la práctica la teoría de las crisis cíclicas y recurrentes no es nada nueva. Del campo de la economía se desplazó hacia el área de la gerencia. El ejemplo de países y empresas que lograron recuperarse e idearon estrategias de cómo hacerlo, derivó en numerosas investigaciones que documentaron textos especializados, seminarios, foros y cursos acerca de la gerencia en tiempos de crisis y la gestión del cambio.
Es muy usual constatar que la oferta universitaria, se acompaña de enunciados como el siguiente: “La necesidad de evaluar los problemas críticos de las organizaciones para responder en forma oportuna y efectiva a la diversidad de situaciones que pueden generar crisis y afectar la estabilidad”.
La crisis es más grave de lo se cree. Va más allá de lo que ocurra en diciembre. Es estructural. Es compleja. Llegó para quedarse por un buen rato. La familia venezolana se va ajustando a la situación. La supervivencia obliga a organizarse. Las redes informales especulan mientras el gobierno afina los controles. Las empresas reconvierten su portafolio de ofertas para satisfacer al cliente.
Es legítima la solicitud de recursos para que las Casas de Estudio puedan funcionar. Pero, ¿Quién habla de reconvertir el modelo paternalista tradicional dependiente del rentismo petrolero para diversificar la producción? ¿Quién plantea soluciones diferentes a las demandas de recursos?. ¿Cómo enfrentar el nuevo reto? Adquirir conciencia de ello es clave para avanzar en la construcción de un nuevo modelo de desarrollo sustentable.
El día que se firmó la II Convención Colectiva el precio del barril de petróleo estaba en 33 dólares. La Fapuv desconoce dicho acuerdo y propicia la suspensión de clases, por cierto bajo un anuncio eufemístico: “No hemos llamado a paro, sino a no reanudación de actividades”. Está a la espera de que el gobierno reconsidere el incremento salarial aprobado. Cuestión que luce muy difícil.Para muchos responde a una decisión vinculada a la política. Apostar a la crisis y no retornar a clases hasta el 6 de diciembre, con dedicación exclusiva a la campaña electoral.
En el caso de la UCLA, significaría la perdida de otro semestre para los estudiantes. Con la particularidad que no todas las universidades afiliadas al máximo gremio federativo, vivieron dicha situación. Las denominadas universidades politécnicas territoriales no se han paralizado. Tampoco las universidades privadas. ¿Cómo gerenciarán la crisis?