Para recordar: “… que presentéis vuestro cuerpo en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto razonable” (Romanos 12:1).
En artículo anterior, publicado en este diario, EL IMPULSO (23/09/15, p. A4), presentamos otras conclusiones de un estudio que realizáramos en una cantina escolar. Allí mostramos que parte de la población prefería comer en la “calle”, quizá motivados por el precio, sin importarles la calidad, seguridad o salud.
Hablamos de la resolución 40.739, sobre la nueva alimentación en cantinas escolares (donde haya). En dicha Gaceta, se prohíbe lo que desde años se viene diciendo que es malo: El azúcar blanca (emblanquecida con químicos), las 12 cucharadas de azúcar que le colocan a una gaseosa de 600 ml (por ejemplo); las frituras; los embutidos, las carnes; el café y el té, que son drogas y estimulantes; comida chatarra y muchos más.
En la Biblia, se habla que Dios le dio a los primeros seres humanos alimentos de origen vegetal: “toda planta que da semilla… todo árbol que da fruto… toda planta verde” (Génesis 1:29); con el fin de concebir a un ser humano fuerte, integro, inteligente y con mayor longevidad, si fuera el caso. Esto último lo amparan estudios científicos.
A causa de la entrada del pecado, Dios tuvo que regularizar (permitir) la ingesta de carne, revelado en Levítico 11 y otros, donde les clasificó cuáles eran las carnes limpias (comestibles) e inmundas (no consumibles) hasta hoy.
El caso más emblemático que encontramos, en la Biblia, es la del profeta Daniel (capítulo 1, de su libro), donde rehusó ingerir la comida del reino de Babilonia (carnes y bebidas embriagantes), y el profeta, junto a sus tres amigos, comieron vegetales, sin carnes, ni bebidas dañinas, resultando “diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino”.
Hace más de cien años, Elena de White escribió: 1) Debemos disfrutar alimentos sencillos. 2) No comer demasiado y nada entre comidas. 3) La dieta debe ser rica y variada para nuestro sustento. 4) Es un peligro el consumo de carne, té, café y alimentos demasiado condimentados y 5) Deberíamos ayunar frecuentemente (Consejo Sobre Régimen Alimenticio, sección VII).
La misma autora señaló: “Hay lecciones… que si las ponemos en práctica, traerán salud al cuerpo y la mente… entonces el que come y bebe para gloria de Dios, su vida se prolongaría. Comamos para vivir; no vivamos para comer” (Manuscrito 53, del 24 de abril de 1896).
Con todo lo anterior, observamos la necesidad de culturizar nuestra población y esto no se arregla “de un plumazo”, para tratar de cambiar una serie de hábitos, costumbres ancestrales y concientizar sobre la alienación recibida desde el mundo de la publicidad.
El apóstol Pablo, en Romanos 12, nos dice que cuidar nuestro cuerpo es un “sacrificio” que agrada primariamente a Dios y nosotros seríamos los primeros beneficiados.
Además, hay una famosa recomendación que pudiéramos seguir: 1) Debemos desayunar como un rey (bien), almorzar como un príncipe (regular) y cenar como un mendigo (poco o nada).
Entonces, los padres, educadores, entes pertinentes y responsables de los niños (el futuro de cada época) deberían tener más injerencia sobre ellos, creándoles hábitos como Dios manda, para estar acorde con la Ley divina y los decretos terrenales que vayan en beneficio de todos.
