“Tu es Petrus” le dice Jesús a Simón, cuando apenas lo está conociendo. Le cambia el nombre. El Papa es Pedro. Este es un tema de fe. Pedro es aquel tosco pescador de Galilea, cuyo nombre significa piedra, roca, firmeza. Pedro no era perfecto, al contrario, era un hombre impetuoso, valiente pero agresivo, le corta una oreja al hombre que va a detener a Jesús la noche del prendimiento y Jesús inmediatamente devuelve, en un milagro prodigioso, la oreja a quien Pedro se la había cortado. Supongo que aquel hombre se convirtió.Ese mismo Pedro, horas más tarde, abandona a Jesús. Siente miedo, lo niega tres veces y cantó el gallo. Cuando Pedro lo niega la tercera vez, el Señor lo miró fijamente y Pedro recordó que ya Jesús le había anunciado su traición antes de que el gallo cante.Luego Pedro lloró amargamente, dicen los evangelios, pidió perdón y fue el primer Papa. La misericordia divina es infinita.
Francisco es Pedro. Sucesor de ese pescador de Galilea del que venimos hablando. Hay ya una larga lista de sucesores de Pedro. Francisco es el número 266. Muchos de ellos son santos. Pero también los ha habido malos. La Iglesia no ha sucumbido por la maldad de ninguno de sus malos hijos porque la asistencia divina siempre ha estado y estará presente. El Papa es la cabeza visible de la Iglesia, santa Catalina de Siena lo llamaba el dulce Cristo en la tierra, el Vice Cristo. Sí, el Papa es el Vicario de Cristo en la tierra. Es el custodio del tesoro de la fe. Jesús se lo entregó a la Iglesia para que propagara esa fe y el que quisiera se bautizara. En eso anda el amable, sencillo y sonriente Francisco, propagando la fe en Jesucristo y en su Iglesia. Que la propagación de la fe tenga efectos políticos es inevitable, pero el Papa visita países y recorre pueblos con fines apostólicos, con fines pastorales, lo dice la misma Iglesia.
La Iglesia de Francisco es la misma Iglesia de Pedro, de san Pío X, de san Juan XXIII de san Juan Pablo II. La misma de Benedicto XVI, de Pablo VI, de Pío XII, en tiempos diferentes a los cuales se ha ido adaptando sin perder la esencia de la fe. Francisco es un hombre amable, de rostro muy humano que clama no solo por el respeto a la libertad religiosa, sino también por el respeto a la vida y a todos los derechos humanos porque es criatura divina y sus derechos derivan de esa condición de hijos de Dios. Francisco se detiene y se conmueve con el problema del niño que le suplica una sonrisa, del enfermo que necesita cariño y respeto, del anciano que ya no tiene esperanza, del desempleado que no sabe cómo sostener a su familia, del emigrante que no encuentra donde vivir, del soldado que no quiereuna guerra. A todos los mira conla misma compasión con la que Jesús miró. El fenómeno Francisco radica en haber seguido las huellas de Jesús.