Después de cumplir, el pasado 13 de enero, cien años de vida, nos deja físicamente el Prof. Alfonso Jiménez Torrellas. Muere lúcido y activo, ejerciendo la presidencia de la Asociación de Escritores del Estado Lara (Asela). Lo conocí hace cuarenta años, cuando era estudiante del Instituto Pedagógico y él ocupaba el cargo de presidente del Consejo Venezolano por la Paz y los Derechos Humanos, seccional Barquisimeto. A partir de allí, hasta su muerte acaecida el pasado viernes 25 de septiembre, cultivamos una profunda amistad, enriquecida por sus enseñanzas permanentes como hombre público, solidario con las mejores causas de la Humanidad. Fue, para mí, un verdadero Maestro.
Educador a tiempo completo, el Prof. Jiménez tuvo como norte la lealtad a los principios de Humanismo Democrático que le enseñó en las aulas de la antigua Escuela Normal de Varones, su Maestro, el Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa. De allí egresó como Maestro Normalista en 1937. En él tuvo la educación venezolana a un gran pedagogo que hizo carrera ejemplar desde 1937 hasta su jubilación en 1977.
Cuarenta años de servicio ininterrumpido como maestro de aula, director de planteles educacionales en Güigüe, Valencia, Maiquetía, Caracas, Barquisimeto y supervisor en Caracas y en el Estado Lara.
Fue un Hombre Político, en el más amplio y profundo sentido de la palabra, oficio que asumió como un acto de servicio para con los demás. Tuvo opinión, la dio a conocer y luchó por el ejerció de sus derechos ciudadanos en tiempos de dictadura y democracia. Fue miembro activo de la Federación Venezolana de Maestros y participó en la fundación del Movimiento Electoral del Pueblo, “partido socialista democrático”, el cual presidió en el estado Lara.
Fue un Humanista, por tanto, un referente moral. Dos educadores iluminaron su camino: Simón Rodríguez y Cecilio Acosta. ¿Cuántas veces no nos habló de aquellos dos grandes venezolanos? Eran para él un modelo de vida y un camino a seguir en la labor pedagógica y en la actuación pública.
Patriarca de las letras, realizó una extraordinaria labor organizativa y de dirección de los escritores del estado Lara. Amó los libros, vivió entre ellos y nos dejó varios textos publicados como testimonio de su vida intelectual. Fue un estímulo para todos.
Buen hijo, buen padre, buen esposo, excelente educador, aventajado estudiante, toda institución que dirigió la llevó de la mano, con sapiencia, con humildad, con respecto y autoridad moral. ¿Qué más pedirle a nuestro querido Profesor Jiménez, cuando nos deja físicamente? Nada. Cumplió con todo y con todos. Se lo agradeceremos siempre. Puede descansar en Paz
