El tamaño de la tarea

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El Banco Central no informa desde diciembre, todo 2015 en silencio cuando el gobierno habla todos los días y a cualquier hora, pero los números del Cendas lo dicen todo. En marzo la canasta básica estaba en BsF. 31.843, en junio ya iba por 42.846, en julio 54.204 y en agosto 65.013. Diez mil bolívares mensuales de incremento. La última cifra significa que harían falta 8.8 salarios mínimos para adquirirla. Mucha plata para cualquier familia pobre, obrera o clase media. La demagogia que divide a los venezolanos para su beneficio político, ha logrado unificarnos en la mala situación. Diferentes intensidades, pero la misma mala situación. Porque la escasez no distingue. Tampoco la inflación, que es la única de tres dígitos en el mundo entero. El Bank of America la calcula en 170% para final de año, pero la realidad de cada día nos dice que será más alta, pues los precios controlados no reflejan la verdad de lo que se consigue y a cuánto se paga.

La realidad es la de las colas y la escasez. La moneda nacional derretida por las políticas equivocadas. El gobierno gritaba que era la “guerra económica”, cuando la guerra la han declarado ellos a la economía y, últimamente, culpan al contrabando hacia Colombia protegido por los “paramilitares” y orquestado desde Washington, que según ese discurso le tendría más miedo a Maduro que a los hermanos Castro. Como Santos y Uribe que en lo único que se han entendido es en la guerra contra la revolución socialista y bolivariana de esta patria soberana. ¡Qué cosa más grande caballero!

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El problema es que si eso fuera verdad, ¿Cómo se explica la escasez en Margarita, en Oriente y rodeada de agua por todas partes? De repente la explicación oficial es que en la operación, aparte de Obama, los colombianos, los chilenos y Rajoy, han comprometido a la U.S. Navy.

El nuevo presidente del gremio manufacturero Juan Pablo Olalquiaga, declara que la industria se está apagando. Languidece. La verdad, no me canso de decirlo, es un acto de heroísmo mantener arriba la santamaría en cualquier negocio. Acosada por las regulaciones, los peajes legales e ilegales, las dificultades para abastecerse y la preferencia oficial por las importaciones, la industria atraviesa un viacrucis. Cae el PIB privado y todo indica que para fin de año caerá más la economía en general. Lo de las empresas estatizadas ha sido un fracaso costoso. Pero no hacen falta palabras, quien lo dude que se dé una vueltica por la zona industrial, en el Comdibar que escoja, O en Valencia, en Maracay, en Los Cortijos o en La Yaguara.
Y no he dicho una palabra de la crisis del campo, la decadencia de Pdvsa y la situación grave que aún no colapsa de la energía eléctrica y el agua, indispensables si queremos crecer.

Enorme trabajo nos espera a los venezolanos para reconstruir la economía del país y lograr que ella produzca bienes y servicios, riqueza y oportunidades para todos. De que se puede, se puede. ¿Cómo no se va a poder? Podremos. Pero hará falta mucho trabajo, mucho talento, mucha perseverancia y amplios consensos sociales que incluyan sector político, trabajadores y empresarios, medios de comunicación y universidades. Ese es el tamaño de la tarea.

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