EL PAPA EN CUBA Y EE.UU.

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El viaje del Papa Francisco a Cuba y a los Estados Unidos de Norteamérica después de visitar a Brasil, el país con el mayor número de católicos, apostólicos y romanos, ha tenido un impacto trascendental no sólo en el mundo religioso, sino también político, porque su Santidad se ha referido a los problemas espirituales que confronta la Iglesia católica en el mundo de hoy, a los problemas socio económicos que enfrentan millones de pobres en América Latina y en el universo, y en particular a la reconciliación entre los dos países que durante 50 aproximadamente mantuvieron rotas las relaciones diplomáticas.

La palabra del Papa Francisco ratifica, como lo hizo en Brasil, la necesidad de acabar con una iglesia burocratizada que circunscribe o limita a muchos de sus sacerdotes a decir o cantar una misa, sin vincularse con los más humildes hombres y mujeres que padecen una inhumana y anticristiana miseria que los induce a toda clase de delitos para sobrevivir. Como en Brasil y otros países como Bolivia, Ecuador y Paraguay reiteró el llamado a sus pastores para que bajen del mundo celestial a que los induce un evangelio divorciado de las nuevas realidades que fenómenos como la globalización y las nuevas tecnologías de la comunicación social crean en la sociedad contemporánea. Con el rescate de la Doctrina Social de la Iglesia su Santidad Francisco ha iniciado un profundo cambio en el seno del catolicismo. Quiere que vuelva a sus orígenes de humildad y de práctica de un verdadero apostolado, como la planteó el Papa Juan XXIII en el Concilio Vaticano II.

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Pero si bien la prédica del Papa Francisco ha estado dirigida en lo fundamental a los sacerdotes que forman parte de la estructura eclesial, como corresponde a su rol de Santo Padre de la Iglesia, la repercusión de sus palabras ha tocado también a los políticos, que aplicando ideologías fracasadas, han engañado, explotado y mantenido en la miseria humana a millones de seres que no han vivido ni encontrado las condiciones necesarias y favorables para superarse.

Para un cristiano con sensibilidad social, cualquiera sea la posición que ocupe en los rangos creados en la sociedad moderna, la presencia y la palabra del Papa francisco en América Latina, debería resultarle una guía para orientar y conducir sus actividades religiosas, de acuerdo a una nueva prédica que rescata la Doctrina Social de la Iglesia, abandonada por muchos pastores, más influenciados por la tradición de la inercia y las invocaciones a una fe, sin contenido social. El Papa Francisco exige el riesgo de vivir al lado de los más necesitados, aunque sea en el interior de una favela brasileña o en un barrio pobre de Venezuela.
Del contenido de los discursos del Papa Francisco se deduce que estamos en presencia de un gran líder mundial y de la Iglesia Católica, que marca una pauta no sólo para los sacerdotes, sino también para los laicos. El llamado a la paz en Colombia, a la juventud para que defienda su futuro, para que no se lo deje quitar por parte de políticos inescrupulosos, que buscan el poder para beneficio personal, constituye una nueva doctrina o la reafirmación del pensamiento del autor de la Encíclica Rerun Novarum, León XII, o del más moderno expresado en el Concilio Vaticano II, el Papa Juan XXIII.

Todo indica que el nuevo liderazgo de su Santidad Francisco no sólo va dirigido al rescate de una Iglesia penetrada por la indiferencia ante graves faltas de algunos de sus pastores, sino también a contribuir a un mundo más humano, al servicio del hombre y no de las ideologías.

Los jóvenes cubanos que recibieron la bendición y la solidaridad del Papa Francisco, también deben tomar en cuenta las palabras del Papa Benedicto XVI cuando visitó la Isla, y afirmó: «Cuba mira al futuro», para participar en los cambios sociales, económicos y políticos, que contribuyan a la creación de una sociedad más justa y libre.

El Papa Francisco pretende una mejor Iglesia en una mejor sociedad, en un mundo de paz. De allí su participación en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. Su Santidad mira el futuro de la humanidad, la quiere sin guerras, sin odios, reconciliada en el respeto a la pluralidad de pensamiento. Lo veremos actuar con sus bondades y sabiduría, hoy y mañana.

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