Dicen que la justicia es ciega, lo que no dicen es que la justicia ciega cuando es traicionada. Así lo afirmaba una anciana muy estimada en un pueblo de provincia y la gente se espantaba porque probaba su afirmación con una lista impresionante de jueces que habían quedado ciegos. La justicia cobra, la justicia llega.
Da mucha lástima la pobre señora que acaba de condenar a un inocente. Tenía enfrente y reciente el caso de la otra que el odio del ilegítimo difunto, porque no había condenado a otro sin pruebas, la llevó a la cárcel donde fue torturada y violada. La actual salvó el pellejo… por ahora, la justicia vendrá. Aunque la saquen del país con jugosos cargos y la acepten en alguno, nunca será libre de sí misma: siempre la perseguirá el remordimiento.
No soy profeta, gracias a Dios, porque no me gustaría pasar por las penurias de un Jeremías o un Jonás. Sin embargo, hay algo que veo clarito: los gobernantes demoníacos no mueren en su cama, la violencia que ejercieron es como un boomerang. Si alguno cae enfermo lo dejan morir a mengua o lo manipulan sus desalmados seguidores por intereses políticos; entonces no se sabe dónde, cuándo, de qué mueren y ni siquiera si el cadáver expuesto es el suyo. ¿Se imaginan el sufrimiento de un agonizante ambulante? La justicia llega.
Aclaremos un punto: ninguno de nosotros se puede lavar las manos de la responsabilidad que tiene ante circunstancias y acontecimientos que nos afectan. Tenemos que crecer como pueblo. Hasta ahora hemos sido adolescentes ilusionados con salvadores mesiánicos, inconscientes a la hora de votar. Basta. Sólo ha habido un Mesías y no político, lo dijo muy claro: “Al César lo que es del Cesar…” Tenemos que votar no por simpatía personal, amistad o relación familiar, sino por ideas y por las personas idóneas por su formación, su ética, sus capacidades intelectuales y administrativas que puedan sembrar y hacer fructificar esas ideas. No tenemos que votar en contra de… sino a favor de… Lo negativo como el odio, la venganza, la retaliación, nos construye nada, por el contrario, desbarata, acaba con un país, vivimos el ejemplo. Sólo el amor, el perdón, la tolerancia, la convivencia pacífica, son capaces de construir y reconstruir
como lo hizo Mandela. No es casualidad que el nombre del ilustre inocente condenado signifique Pueblo Valiente. Hace honor a su nombre y seguirá luchando como el surafricano. El pesimismo también destruye, por eso, seamos optimistas, llenos de fe, esperanza y confianza en Dios. La justicia llegará.
