Una película que aborda temas que son «política y espiritualmente peligrosos», con una pugna entre «vieja y nueva Iglesia». Así define Pablo Larraín en entrevista con la Associated Press «El Club», ganadora del Oso de Plata en la Berlinale y acogida con elogios en el Festival de Cine de San Sebastián, donde se exhibe fuera de concurso. El director chileno visita por cuarta vez la muestra de la ciudad vasca, la más importante de las que se celebran en España. Con anterioridad, presentó Fuga, Tony Manero, Post mortem y No. Ahora acude con una película que vuelve a indagar en las «élites de poder» de su país. En esta ocasión, con la Iglesia católica, los abusos sexuales y el concepto de la impunidad como protagonistas de una cinta seleccionada por Chile para competir por el Oscar a la mejor película de habla no inglesa.
Un grupo de sacerdotes es recluido en una remota casa para purgar sus pecados, que fueron abusos sexuales. A partir de ahí, Larraín arma una película «llena de verosimilitud, pero que no pretende ser realista, ya que son cosas distintas». Y explica que la inspiración para el argumento del guión, escrito por el propio Larraín junto con Guillermo Calderón y Daniel Villalobos, parte de casos de abusos «que se conocen desde hace mucho tiempo en Chile».
Larraín pone como ejemplo de ellos el caso del sacerdote Fernando Karadima. «Los dos principales líderes de la Iglesia chilena, el arzobispo (Francisco Javier) Errázuriz y monseñor (Ricardo) Ezzati, han encubierto de forma sistemática a verdaderos monstruos, como el padre Karadima, que abusó de varias personas. Y lo han hecho a costa de sus víctimas y de una sociedad que quiere justicia», denuncia el realizador.
El cineasta lamenta que el papa Francisco, «que estaba haciendo cambios profundos e interesantes», no haya adoptado medidas. En el fondo, sostiene, subyace el conflicto entre «vieja y nueva Iglesia».
Para Larraín, existe una curia «más humilde» y que busca estar «asociada» con los fieles y otra que persigue seguir «conectada» con los círculos de poder para seguir disponiendo de influencia. En cualquier caso, insiste, «lo que une ambas es su paranoia». «Parece que tienen más miedo a la prensa que a los infiernos», añade.
En cualquier caso, el autor de El Club insiste en que su película «no trata de ser muy explícita», sino de «narrar los hechos sin mostrarlos», ya que de esta manera «el espectador compone su propia imagen, que siempre es mucho más violenta de lo que pueda mostrar cualquier cineasta».
El poder de la impunidad asoma en toda la historia, algo para lo que Larraín encuentra sus propias claves. «La impunidad es el resultado de una estructura de poder. No solo se trata de ver quién es el impune, sino quién lo protege. Es lo que hace que no todos seamos iguales ante la ley y que parezca que, en caso de la Iglesia, no todos seamos iguales ante Dios».