El escritor español Andrés Trapiello está acostumbrado a largas investigaciones, pero ha tenido que recurrir a toda su paciencia y erudición para adaptar la novela española más famosa de todos los tiempos, El Quijote, al español actual.
Trabajando sobre esta obra del Siglo XVII que narra las aventuras de un hidalgo al que de tanto leer libros de caballerías «se le secó el cerebro» y se creyó un caballero andante, el escritor dio con una palabra desconocida: «trompogelas».
«Era absolutamente ininteligible», dijo Trapiello a la AFP, añadiendo que tras una mañana de investigaciones concluyó que el término significaba más o menos: «por un oído entra y por otro me sale».
Los españoles adoran el Quijote. A menudo citan la historia del Caballero de la Triste Figura, acompañado de su escudero Sancho Panza, cuyas desventuras han dado la vuelta al mundo.
Pero, ¿cuántos hispanohablantes han leído realmente la novela original, que este año festeja el 400 aniversario de la edición de la segunda parte de la obra?
Mal recuerdo escolar
Cerca de seis personas de cada diez en España afirman haber leído al menos un pasaje del Quijote, o una de sus adaptaciones, según una encuesta publicada en junio por el Centro de Estudios Sociológicos (CIS), aunque más de la mitad admiten que esta obra es «difícil» de leer.
«Hay una altísima cantidad de personas que no lo han leído o lo han abandonado varias veces porque es difícil», dice Trapiello.
«Se les obliga a leerlo en un lenguaje que ya no hablamos y no lo entienden. Es una imposición escolar y mucha gente tiene ese mal recuerdo», añade.
A finales de julio, la versión de Trapiello se encontraba en la novena posición de los libros más vendidos en España, según una clasificación del diario ABC. La Real Academia Española de la Lengua publicó en 2014 su propia versión simplificada de Don Quijote para las escuelas, obra de Arturo Pérez-Reverte, uno de los autores contemporáneos españoles más famosos.
Un delito de lesa literatura
Algunos intelectuales protestaron ante lo que consideraron una afrenta a su querido Quijote.
David Felipe Arranz, crítico literario y profesor en la universidad Carlos III de Madrid, calificó estas nuevas versiones de «delito de lesa literatura».
«Pregunto a los libreros de la Gran Vía madrileña y ya no se vende la novela original de Cervantes, porque los lectores prefieren una versión ‘light'», relata a la AFP.
«El sabor de las palabras que utiliza el mejor escritor de nuestra lengua no se puede deturpar», añadió.
La novela de Cervantes marcó un hito en la literatura universal.
El Instituto Cervantes, la red de centros culturales españoles en el extranjero, estima que se trata de la obra más traducida del mundo, después de la Biblia. Ha sido traducida a 145 lenguas y dialectos, y adaptada en historias gráficas y cuentos para niños, dice Ernesto Pérez, jefe del departamento de actividades culturales del Instituto.
«Qué paradoja: un lector francés, alemán o inglés lo lee sin ningún problema» por la traducción, pero «en cambio los lectores hispanohablantes si no lo leen con notas, no entienden la mitad», destaca Trapiello. La primera parte de «El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha» se publicó en 1605.
Unos pocos años después había sido traducido al inglés, con palabras tomadas del argot «cockney» de Londres, y al francés, salpimentado con escenas de sexo añadidas por los traductores, dice Pérez.