A comienzos de los 60 un canciller de Fidel Castro describió al régimen del dominicano «Chapitas» Trujillo como la «náusea de América». Medio siglo después otros regímenes se postulan a la misma categoría, aunque los de hoy infunden más grima que terror.
El régimen cubano produce escalofríos en su calculada crueldad, pero jamás a nadie se le ocurrió decir que no sea serio – tanto lo es que de hecho su rostro es lúgubre y tenebroso.
A los Castro históricamente se les tomó en cuenta porque llegaron a hospedar misiles que podían alcanzar algunas de las principales ciudades de América, asesinaron a miles, encarcelaron -incomunicados- a cientos de miles, y sacrificaron miles de tropas en varios frentes.
En contraste, ahora hay burdos fanfarrones que tienen que soportar que otro jefe de estado les aplique públicamente el calificativo de payasos; y de quienes algún canciller de la región ha dicho que cargan el tufo de nuevos ricos.
La distancia entre asco y terror se plasma en procedimientos tan ineficaces como descaradamente soeces, por profunda vulgaridad de alma, por petulancia y procacidad, y por una ignorancia tan burda como desvergonzada.
Entre el régimen cubano y algunos de sus despreciables imitadores hay la diferencia que existe entre fríos asesinos premeditadamente despiadados, y alguna cuerda de abusivos y cobardes fulleros, bravucones arrabaleros que viven vive del cuento y del «bluf»… aunque no por ridículos dejen éstos de ser tan criminales como el Joker de Batman.
Hoy el inteligente régimen cubano – por relaciones públicas coyunturales – anuncia la liberación de más de 3,500 presos políticos, anticipando la visita del Papa porteño. Mientras tanto otros profundizan sus torpezas, aferrándose a un vacío «teque» comunista que ya pocos creen, dentro o fuera de sus fronteras.
Se repiten las manifestaciones más acabadas del desencuentro planetario entre civilización y barbarie, con caros remitidos en diarios sofisticados del mundo – la publicidad con que toda burda dictadura subdesarrollada ha ofrecido su versión de la verdad – para el desdén y la hilaridad de todo ser pensante.
Apenas sus más abyectos y corruptos adláteres les ríen las gracejadas, é invariablemente lo hacen por el más transparente interés mercenario.
La ausencia de respetabilidad, seriedad y credibilidad, junto a la repulsión que inspira un comportamiento zafio y repugnante, aceleradamente le adjudica a la grotesca caricatura de comunismo que tira zarpazos en sus estertores una merecida aplicación del viejo epíteto: La náusea de América.