Difícilmente podría encontrar palabras novedosas, que todavía no hubiesen sido escritas, para expresar mi profunda admiración y respeto por Leopoldo hijo, particularmente en los actuales momentos de su injusta, prolongada y aberrante detención en la prisión militar, suerte de Rotunda del siglo 21, donde se encuentra.
Los grilletes, demolidos por la historia, han sido reemplazados por refinadas torturas psicológicas, diseñadas para abatir e intentar quebrantar a los espíritus más nobles y fuertes y dejar marcas en la personalidad de quienes allí estén sumergidos, privados de la libertad.
Este no será el caso de Leopoldo hijo, quien siendo inocente se ha convertido en el prisionero de conciencia del régimen gobernante y quien, con cada día que transcurre, se agiganta ante la adversidad. No lo será, porque al haberse ganado en libertad el aprecio y la confianza política de la mayoría de los venezolanos que sufren, la prisión se transforma en templo para curtir aún más su espíritu, cimentar sus convicciones democráticas y continuar programando el cambio necesario que Venezuela requiere urgentemente.
Su voz, censurada y ahogada, pero que escapa, sutilmente, de la oprobiosa prisión, convoca a no cejar en la lucha por la libertad que él no tiene y el mantenimiento de la necesaria unidad ante la opresión. E inunda de esperanzas a quienes piensan o manifiestan, que ya es poco o nada lo que se puede hacer ante la destrucción de la nación. Leopoldo hijo tiene, en su futuro y a pesar del régimen gobernante, un trascendente papel conductor que desempeñar en el destino democrático del país. Por eso se le persigue.
No podría ser menos para ustedes y la esposa de Leopoldo hijo, quienes a pesar de las angustias y padecimientos producidos por su prisión, los han transformado en numerosas y variadas actividades tendentes a generar una opinión global de censura y alerta ante el hecho considerado, que debieran traducirse en su inmediata puesta en libertad.
Vaya una palabra adicional de reconocimiento por ese esforzado peregrinaje ante tantos auditorios, particularmente foráneos, a los cuales ustedes han podido ilustrar sobre la perversa situación, su origen de retaliación y violatoria del debido proceso, en general de los derechos humanos, en la cual fue sumido Leopoldo hijo. Y otra de aliento para perseverar hasta lograr su plena liberación.
Pensando en la Venezuela verdaderamente democrática, libre y honesta que deseamos, les hago llegar también mis sinceras y respetuosas consideraciones de aprecio y estima.