Jairo Bernal Lara, de 38 años de edad, era muy activo, miliciano, dueño de una empresa de seguridad llamada Security The Cat, entrenaba en un gimnasio a residentes de Quíbor y a todos los funcionarios que allí acudían. Se desplazaba en una motocicleta, una León negro, que tenía el logo de su compañía. Era una persona bastante conocida en el pueblo; un hombre trabajador.
Su vida fue sentenciada por par de delincuentes a las seis de la tarde del sábado cuando le dieron un disparo en el abdomen. Fue referido al Hospital Central Antonio María Pineda, pero la falta de medicamentos en el centro asistencial y el resto del país, lo condenaron. Luego de una convulsión a las 5 de la mañana de ayer falleció.
Le llevaron la moto
Lara había salido. Se dirigía a su casa ubicada en el sector Arenales, del municipio Jiménez, transitaba solo en su motocicleta y pasaba por el barrio El Chino, de Quíbor. Eran las 6:30 de la tarde del sábado, cuando par de delincuentes que iban en otra motocicleta, una Bera negra con unas franjas fucsias. Ellos se apoderaron de la motocicleta de Lara y de su teléfono celular de última generación.
Los hampones para neutralizar a su víctima y lograr escapar le dispararon en el abdomen. En el momento que se iban su motocicleta no prendió, la abandonaron en el lugar y escaparon en la de la víctima, relató su padrastro Oswaldo Martínez.
Lara fue auxiliado y trasladado hasta el Hospital Baudilio Lara y remitido hasta el Hospital Central Antonio María Pineda (Hcamp)
Pidieron de todo
Auriangel Domínguez, sobrina de Lara, indica que apenas fue ingresado a la emergencia del Antonio María Pineda, le pidieron dos kits de operación. Recorrieron quince farmacias y no lo encontraron; estaban desesperados pues pasaban las horas y nada que lo metían a pabellón.
Fue por medios de algunos bachaqueros que compraron un solo kit en 120.000 bolívares.
El señor Martínez asegura que ya con lo que pedían en mano nada que lo intervenían. Fue cuando llegaron muchos militares y funcionarios del Cicpc, que los médicos se asustaron y decidieron operarlo a la medianoche. Lara respondió bien a la operación, se le advirtió que no podía dejar de darle anticonvulsivos, pues sufría de convulsiones desde que tuvo un accidente.
Para evitar las convulsiones, le mandaron tegretol inyectado y aunque fue buscado en cuatro estados no dieron con él. Domínguez comenta que su tío, en horas de la madrugada, comenzó a convulsionar. Ella, desesperada, trataba de sacarlo del área para que fuera atendido por un médico o enfermera que no se encontraban en el momento, pero fue tan fuerte la convulsión que sufrió Lara que le dio un paro respiratorio.
Los médicos, al darse cuenta, estuvieron 45 minutos reanimándolo. Lograba respirar, pero luego decaía, hasta que no reaccionó más.
Martínez se preguntó cómo un hospital no va a tener ni guantes, porque desde una inyectadora, un yelco y hasta guantes les pidieron.
Señaló que el gobernador Henri Falcón “lo llama el mejor de Venezuela” y el doctor Ruy Medina, director de Salud del estado Lara, “se la pasa diciendo que tienen todos los insumos”.
Asegura que Lara se pudo salvar, pero lo mató la falta de medicamentos.
