Eran las 6:30 de la tarde del miércoles 9 de septiembre. Un grupo de siete personas en una parada de bus de la avenida Lara con Leones miraban de un lado a otro, angustiados, y verificaban el reloj. Cinco esperaban el ruta 11 hacia el Hospital Central de Barquisimeto y los otros tres un ruta 5 que los llevara hasta la zona céntrica. Todos tenían el pasaje en mano.
Más que prisa por llegar rápido a sus hogares, después de una jornada de trabajo, manifestaron sentir temor de vivir una experiencia delictiva. Le temen a un grupo de jóvenes de aspecto desaliñado que frecuentan esa parada y suben a las unidades de transporte público para pedir dinero; lo hacen de modo violento, de cualquier manera se salen con la suya.
La historia se repite en todas las paradas de bus de Barquisimeto y a cualquier hora, la delincuencia también amanece con el sol y cobra fuerza después de las 5:00 de la tarde, cuando los trabajadores retornan a sus hogares.
Charleros, mendigos con un discurso dirigido a infundir temor en los pasajeros, carteristas, acosadores, arrebatones o incluso amenazas de muerte conforman la travesía para los ciudadanos de a pie.
Nada ha podido frenar la delincuencia. Parece que las estrategias de las autoridades en materia de seguridad no cohíben a los antisociales que por el contrario, parecen multiplicarse. La evidencia está en las respuestas de 50 personas encuestadas por el equipo del diario EL IMPULSO en distintas paradas del este, oeste, norte, sur y centro del municipio Iribarren.
¿Ha sido víctima de la delincuencia en una parada o en una unidad de transporte público? La respuesta: 39 de ellas fueron víctimas directas de la delincuencia en un bus, mientras 11 también han sido víctimas pero de manera indirecta, es decir, un familiar o amigo muy cercano fue atracado.
Consecuencias dependen de la resiliencia
Hisvet Fernández, psicólogo social, explica que la persona que sufre una experiencia delictiva se verá afectada dependiendo de su resiliencia, que es la capacidad para superar las adversidades. Cuando el miedo ha sido intenso se desarrolla un estado de angustia que en muchos casos incluso requiere tratamiento con algún ansiolítico, antidepresivo o tranquilizante menor.
El comportamiento de la persona indudablemente cambia, asegura la especialista, se produce una experiencia similar al duelo… sin exagerar. Lo que pasa es que hay personas con patologías subyacentes y al vivir un asalto esa problemática se dispara.
El organismo entra en estrés, aparece la sudoración excesiva, se altera el pulso, aparece la taquicardia, desesperación y ganas de llorar. Esto sumado al sentimiento de pérdida por las cosas robadas.
Ante un robo, el ciudadano muchas veces se culpabiliza ¿Por qué me dejé robar? ¿Por qué contesté esa llamada en el ruta? ¿Por qué no me bajé? Entonces se genera un daño psicológico y un desgaste energético manifiesta la especialista. El punto más difícil de superar es la rabia y el deseo de venganza.
Reacción del hombre y la mujer
Las secuelas de un asalto son distintas en el hombre y en la mujer. Aunque cualquiera pensaría que para la mujer es más traumático, Fernández explica que por la naturaleza heroica del hombre, al ser atracado resulta más maltratado emocionalmente porque está educado para tener el control, y al sentir que lo perdió, se juzga.
En cambio la mujer, ratifica esa necesidad de querer estar siempre acompañada y de detectar el agresor. “La mujer lo sufre, lo conversa para proteger a los suyos y sigue adelante”, explica.
Sin embargo, explica que por el contexto de la situación país, la sociedad ha cambiado. Los venezolanos han naturalizado ser víctimas de la delincuencia. “Como palpamos las cifras rojas a diario, pensamos que es natural que te quiten el celular en un transporte público o que te que amenacen con una pistola”.
¿Cómo hacerle frente al miedo?
Dos jóvenes que por apariencia no superan los 25 años de edad se montan en un autobús en la avenida Vargas. Uno se coloca al lado del copiloto mientras su compañero camina hasta el final del pasillo y se sujeta con las dos manos en el tubo. Ninguno muestra armas.
“Buenas tardes, les vamos a hablar claro, nosotros preferimos pedir que robar, ¿quién nos ayuda? ¿quién nos colabora? Usted señora que es catirita, seguro carga plata, deme un billete de 20”.
Lo que sucede a continuación es que los bolsillos de los dos hombres se llenan, muy pocos son los que se niegan a “colaborar” con esos sujetos.
La psicólogo explica lo siguiente: la delincuencia está ganando terreno porque nosotros mismos nos arrinconamos, no podemos ceder más espacio.
-¿Entonces hay que enfrentarse?
No, sería absurdo resistirse al robo, eso no tiene sentido. Pero hay que diferenciar y estar preparado para reaccionar ante esa situación, eso se trabaja.
¿Cómo sobreponerse?
El ciudadano tiene que volver a subir a una unidad de transporte público y de tanto hacerlo, lo consiguiente es superar el atraco.
Fortalece organizarse con grupos activistas para encontrar soluciones a esos problemas. “Cuando entran a robar en un edificio todos los vecinos se preocupan por colocar cerco eléctrico para sentirse más protegidos, pero ninguno piensa en salir a denunciar públicamente y exigirle a las autoridades que velen por nuestros derechos, de eso se trata de trabajar por resolver y de trabajar internamente para sobreponernos”.