Año tras año millones de feligreses se concentran el 14 de enero para realizar la procesión mariana de la Divina Pastora. Momento lleno de devoción, esperanza, fe y religión por ella, nuestra Patrona. Una representación que cubre con su manto a cada uno de los Barquisimetanos desde aquel pequeño pueblito de Santa Rosa, de donde parten en procesión junto a ella, todos sus fieles hasta llegar a la Catedral. Trayecto que realizan con diferentes demostraciones de promesas y fervor por una Patrona que llegó para hacernos sus hijos.
El comienzo de su veneración se remonta al año 1736, fecha en que el párroco de Santa Rosa encargó una estatua de la Inmaculada Concepción, pero por una extraña equivocación, en su lugar llegó al pueblo la imagen de la Divina Pastora. De inmediato intentaron devolverla pero todos fueron intentos fallidos, no pudieron levantar el cajón donde habían colocado la imagen, este acontecimiento fue interpretado como señal de que quería quedarse entre nosotros, para luego durante el terremoto de 1812 ratificar esto cuando el templo donde se veneraba fue destruido, pero la virgen quedó milagrosamente intacta. Sus fieles reforzaron la creencia de que quería quedarse siempre para protegernos.