Amo entrañablemente a Carora porque de su limo ocre y nutricio me he alimentado por más de medio siglo.
Amo a la ciudad del Portillo porque ella ha sido mi hogar de tórrida adopción desde que fui arrancado de los Andes hace más de media centuria.
Amo a Nuestra señora de la Madre de Dios de Carora porque su antigua y vetusta arquitectura me conectó con un pasado que he tratado de comprender históricamente. Algo he logrado…
Amo a San Juan Bautista del Portillo de Carora porque ella me ha dado fuerza, valor y entereza para mostrarme como soy y seré, un hombre del semiárido venezolano.
Amo decididamente a Carora porque tu nombre venerado jamás tembló de vergüenza o temor por salir de mis labios provincianos.
Amo a Carora porque su indumentaria extrovertida y locuaz completó mi andina timidez introvertida.
Amo a Carora porque resuenas y repiqueteas como tu nombre de insecto cantor, insistente y sin pausa hasta la extenuación sonadora.
Amo a Carora porque tu nombre sonador y acústico se dice de forma semejante en cualquier lengua: cicada, cicala, cigarra, mannazikade.
Amo a Carora por tu insistencia y tenacidad de vivir y dar tus nutricios frutos en una geografía imposible: el genio de los pueblos del semiárido.
Amo a Carora porque tu cielo estrellado ha sido mi cobijo en mis noches adolescentes, porque bajos tus raros aguaceros mostré mi virilidad sin miedo ni vergüenza.
Amo a Carora por el manto tachonado de estrellas de la virgen de la Chiquinquirá de Aregue y por la amplitud oval y terrosa de su rostro aindiado.
Amo a Carora por la placidez y sosiego de su río de aguas mulatas, dijo el ciego bonarense, que arrastra basura venerable y antigua hacia el Caribe mar. Un continente en perpetua disolución.
Amo a Carora porque acá sueña y fantasea mi primogénito hijo José Manuel con la faltante oreja de Van Gohg, las largas y rubias trenzas de Rapunzel, El Nacimiento de Venus de Botticelli y la cajita de dormir del Niño Jesús hecha de tierna y colorida plastilina.
Carora, te amo entrañablemente porque tus amaneceres de campanas e inciensos, tus ardorosos y apasionados levitas y tus antiguas cofradías y hermandades me dieron una certera y evidente esperanza ultraterrena.
Amo a Carora porque aquí vi el rostro resplandeciente de tu Sol y el acabado y primoroso mestizaje de tus féminas: Raiza María, mi compañera de recorrido…
Amo profundamente a Carora porque la imaginación y el ensueño nacen espontáneos de tus poros de barro y terracota marrón.
Amo a Carora porque una vieja leyenda afirma que el Diablo se vino a instalar plácidamente a tus predios arcillosos y blasonados.
Carora, te amo porque eres un pequeño tiesto marrón insertado en la historia universal.