“Los que son sabios rara vez hablan, y los que hablan rara vez son sabios” (Li Liweng)
Nada se iguala al placer que significa sentarse a hablar con alguien que no lo vea a uno como la oportunidad de obtener una ganancia, una presa o alardear de sus hazañas personales.
Una buena conversación respeta, anima, entretiene, alegra, conmueve, hace reflexionar, inspira, deleita. Es el momento en el que dos o más personas reunidas pasan las horas hablando y riendo sin darse cuenta. Pero hay las enormemente aburridas en las que uno solo habla y habla sin parar, dedicado a un solo tema que pronto se vuelve cansón, llegan los bostezos y con estos la retirada.
El arte de la buena conversación en el hogar se ha ido perdiendo debido al ritmo de la velocidad en la que nos mantenemos inmersos; también a la falta de confianza, de normas y olvido de las buenas costumbres. Es nefasta en el hogar la influencia de la tecnología; por ella los padres no tienen tiempo para escuchar ni atender a sus hijos, tampoco los hijos de hacer un favor o de escuchar a sus padres. (Fin de mundo diría mi amiga Cheril) Si se les descontrola el celular o lo pierden ¡arde Troya! el dolor de no tener el teléfono es más grande que el de perder a su propia madre.
Conversar es un arte y una escuela rica en ideas, e intercambios de información en general, es escuchar las intervenciones y opinión de otros, es definitivamente un momento de relax y de disfrute. Escritos, líneas, versos, frases, libros y paisajes han sido inspirados en un momento de amena conversación.Si los grandes personajes no hubieran disfrutado y sacado provecho de los momentos de reunión, no habrían escrito sus obras, ni hubiera germinado en ellos la devoción hacia la filosofía, la ciencia,el arte y la cultura.
Cada quien sublima su energía dedicándose a la creatividad: Shih Naian inspiró su libro “Todos somos hermanos” en un momento de conversación. El brillo del pensamiento griego y la claridad del estilo de la prosa se deben a un momento de plática. Platón y Aristóteles fueron fecundos habladores entre ellos, además de ser los más fuertes críticos de su pensamiento; los dos con sus razones pasaron a la historia y son grata fuente para quienes aprendemos de sus enseñanzas.
En conversaciones con amigos surge el alma del genio y florece. Fue en momentos como estos en los que el inmortal Rubén Darío adquirió el poder de convertir su voz en la encantadora flauta que logró hacer armonía entre la idea y la expresión. Color, calidez, olor y ambiente de amistoso discurrir pueden dar lugar al nacimiento de un artista, un filósofo, un poeta etc.
Hablando se comprende lo que es el arte de vivir, se puede discrepar sin ser desagradables, escuchar relatos y reminiscencias, igualmente sacar a flote anécdotas y diversidad de temas, desde el de la inmortalidad del alma hasta el típico sentimiento de la transitoriedad de la vida.
Se puede hablar y discutir de temas del diario acontecer con muchos, pero hay muy pocos con los que podemos sostener una conversación que nos enriquezca. El placer de encontrar un buen conversador es tan grande si no mayor, al del placer de leer el libro de un famoso autor.
Para los que prefieren conversar toda una noche consigo mismos, les da a veces mejor resultado dice Lin Yutang, estar solos que estudiar libros durante diez años.
“Una buena conversación podrá agotar los temas, nunca a sus interlocutores” (Churchill).