Un exorcismo colombo-venezolano

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Uno sabe dónde comienzan las cosas, no sabe en lo que pueden terminar. Desde 1815 en la Carta de Jamaica de Bolívar, viene insinuándose cómo deberían ser las relaciones entre Venezuela y Colombia. Los problemas han pasado por toda serie de desencuentros: disputas limítrofes, secuestros, problemas fronterizos y de seguridad, revisión de tratados, comercio ilegal, guerrillas y paramilitarismo, navegación fluvial.

Una vecindad invariable, necesitada de un exorcismo que las despoje del espíritu maligno influido desde la noche septembrina hasta el exabrupto reciente de Nicolás Maduro, encasquillada en terrenos espinosos. Para recomponer esta relación se imponen variables de sinceridad. Gobiernos serios no pueden meterse mentiras, ni imponerle versiones camufladas a sus pueblos.

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Las causas de las deportaciones masivas de colombianos, el cierre de la frontera tachirense tiene varias versiones. Un Ministerio Público imparcial debería investigar. Porque la pregunta fundamental del inicio de este deplorable episodio es si un problema entre militares venezolanos en el Táchira, justifica la expulsión de cientos de colombianos que viven y trabajan en Venezuela. Ojalá pudiéramos escuchar a los tenientes heridos Veloz Santaella y Rodríguez Arias, sobre lo que realmente ocurrió.

Todo parece indicar que o Maduro se adelanta al escándalo que producirían las revelaciones que en días hará la periodista colombiana Adriana Correa Restrepo sobre la nacionalidad colombiana del mandatario venezolano y de allí sus explicaciones de que sus ancestros vienen de Holanda o trata de tapar lo del Esequibo o es otro globo de ensayo con el propósito de suspender las elecciones parlamentarias.

La socarronería del presidente Santos, no le permitió esta vez lavarse las manos respecto a las bravuconadas del régimen venezolano. Las declaraciones de Uribe, Gaviria y otros políticos colombianos lo obligaron a salir en defensa de sus nacionales maltratados. Tanto Maduro como Santos omiten hablar de la responsabilidad de la narco-guerrilla en estos episodios.

Lo que ocurre es que la política exterior venezolana se maneja con voluntarismos, no tiene filosofía, ni ideología, continuidad, ni cálculo de futuro. Los expertos venezolanos en política exterior e internacional están desempleados, perseguidos, ignorados.

Por eso que importante es establecer comparaciones de las que deberían aprender a diferenciar tanto Almagro de la OEA como Samper de Unasur. Mientras la República Dominicana mediante un operativo anunciado y con plazo establecido invita a los indocumentados haitianos a regularizar su permanencia en el territorio dominicano y los malentendidos no llegaron a la sangre en el rio, cuidando los derechos humanos, el régimen dictatorial venezolano con una violencia desmedida deporta sorpresivamente a más de 122.000 colombianos, con una acción llamada “Operación de Liberación del Pueblo” que no deja de ser una persecución al mejor estilo nazi.

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