“Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo…” 2Tim.1:9
La historia de Pie Ligero no termina allí. Este hombre, tocado por la mano misericordiosa de Dios, rescató el radio de su víctima y siguió oyendo las prédicas del pastor bautista. Se hizo cristiano y se convirtió en un preso modelo. Reunía a los demás prisioneros y les predicaba la Palabra de Dios. Gozaba de muchísimo respeto entre los demás presos y los guardas, por saber de dónde venía y en lo que se había convertido. Pero su estadía allí sería para siempre, de acuerdo a la justicia humana, por cuanto sus causas delictivas sumaban casi 400 años de cárcel.
Un día, sigue la historia, el director del penal lo manda a buscar para que se presente en su oficina. Indica que le digan, que su abogado está allí y necesitan de su presencia. Este hombre se pregunta ¿Cuál abogado? ¿Quién se atrevería a defender su causa perdida? Pero al entrar vio parado detrás del director, el mismo personaje que años atrás había visto cuando estaba moribundo en aquella celda. Entonces, el director le dijo: “Firma aquí porque vas a salir bajo palabra”. En realidad este conocido poderoso ex-delincuente, no podía creer lo que estaba sucediendo.
Al salir de allí se dirigió a una de esas favelas, barriadas paupérrimas del Brasil, alquiló un cuarto y vivió allí varios años predicando la palabra. Asistía regularmente a una iglesia evangélica. Pero una noche estudiando su vieja y ajada biblia se encontró con el mandamiento del sábado y quedó fuertemente impresionado. Se dedicó a preguntar al pastor evangélico la razón por la cual ellos guardaban el domingo si la Santa Biblia decía que era el sábado. Preguntó a los hermanos y nadie satisfacía su curiosidad. Preguntó entonces si existía una iglesia que conociera del sábado y la hermana que lo tenía alquilado le dio una dirección donde había una Iglesia Adventista del Séptimo Día. Recogió sus pocas pertenencias y se dirigió un sábado hacia allá. Cuando llegó con sus inquietudes, lo recibieron con brazos abiertos. Se alojó cerca de la iglesia y comenzó un trabajo pertinaz con los niños y jóvenes de esos sectores paupérrimos donde la situación social es la “hacedora” principal de delincuentes como él.
Allí, fundó y coordinó numerosos Clubes de Conquistadores y Guías Mayores. Cientos de niños, adolescentes y jóvenes cada año, recibían las instrucciones de este siervo que Dios trajo de la cárcel. Muchos se bautizaron y se convirtieron en personas útiles a la sociedad y al país. Un día, llegó una carta a su iglesia, donde invitaba a Pie Ligero a presentarse en un conocido teatro de la ciudad. Se le había conferido la medalla de honor en su primera clase por su arduo trabajo en pro de la juventud. Ya entrado en años, la ciudad y la policía agradecían a este hombre, haber ayudado a combatir la delincuencia. Las autoridades reconocieron, que a pesar del dinero que se invertía en seguridad, el método de este ahora cristiano y su iglesia, fueron más efectivos que la misma represión. ¿Cómo les parece? ¡Hasta el próximo martes Dios mediante!