Con la abundante riqueza petrolera y el período de 40 años de verdadera democracia, los venezolanos saltamos del atraso secular a la era moderna, de la que estábamos rezagados, teniendo acceso a la educación, la tecnología, el desarrollo económico, y los derechos civiles, avances que nos permitieron pensar que la improvisación y la barbarie eran cosas del pasado.
Nos equivocamos, pues. Debido a algunos “errores” de la democracia, surgió un encantador de serpientes, un vendedor de falsas ilusiones ya fallecido (que Dios tenga en santa gloria), quien le prometió al pueblo una redención que jamás le llegó, ni en su mandato, ni el de sus “herederos”, que se han dedicado solo a mejorar sus arcas, manejando la cosa pública con una improvisación espeluznante que llevó al país a la quiebra.
Según Ecoanalítica, durante este año la inflación se situará en un 120% y la economía reportará una caída de 6%, con un déficit de ingresos de 2.700 millones de billetes verdes en comparación con el pasado año, debido a la baja de los precios del crudo; además, para decorar la torta, el gobierno se ha convertido en un consuetudinario violador de la Carta Magna, los derechos humanos, la investigación previa y el debido proceso.
Da la impresión de que el espíritu de Pedro Estrada inspira el proceder de los responsables del sistema judicial venezolano. Lo asevera el trato inhumano, bestial, cruel y bárbaro que está recibiendo Leopoldo López, por el solo hecho de defender la libertad y la democracia.
Los Venezolanos con sensibilidad humana nos preguntamos: ¿Hasta cuándo soportaremos tanta improvisación y barbarie en el manejo del país y la administración de justicia? A veces la gente pregunta: ¿Será que Eustaquio Gómez reencarna en Maduro para decir: Este preso es mío, solo yo lo veo? Solo Dios lo sabrá, pero en estas tierra de gracia a veces suceden cosas extrañas. La justicia divina no falla, confiemos en ella. Amen.
