Hace miles de años, diversas culturas consideraron al pelo como un elemento mágico o ceremonial, y todavía hoy en algunas poblaciones primitivas consideran que el alma de cada persona se encuentra en su cabello.
Según refleja una antigua leyenda, fue en el siglo XIII cuando Luis XV decidió homenajear a quien le arreglaba sus cabellos y adornos, y declaró el 25 de agosto como el Día del Peluquero. Las personas que en ese entonces cumplían esa función eran plebeyos, pero él decidió nombrar a su peluquero Caballero de la corte.
Quienes se dedican a esta actividad celebran desde entonces su día. Se trata de una profesión con un crecimiento exponencial y con gran relevancia en la actualidad. A lo largo de la historia hubo diferentes estilos y formas de cortes y peinados. En ocasiones se adosaron finas diademas, cintas y pelucas. En el caso de los sacerdotes, podían raparse o dejarse el pelo largo, brindándole los cuidados adecuados.
Fueron la cultura egipcia y la griega las primeras que consideraron al cabello como un elemento de la belleza física y le destinaron un trato estético. Poco a poco, este culto a la belleza se trasformó primero en un oficio que brindaba un servicio básico. Ya en la era moderna quienes estaban abocados a esta actividad fueron profesionalizándose y adquiriendo nuevas aplicaciones y conocimientos, en función de las necesidades y demandas propias de la época, lo que llevó a los peluqueros en el mundo a constituir instituciones que los agrupen con el fin de dar repuesta a sus necesidades sociales, culturales y económicas.