Cerca de las siete de la noche del domingo, 23 de agosto, los vecinos de El Pedregal sintieron un bajón de luz. Nada extraordinario. Unos minutos más tarde, el aire se inundó de hedor a cable quemado. Luego vieron la candela, reseño el Efecto Cocuyo.
Lenguas de fuego salían del geriátrico Chivacoa, ubicado en la avenida Mohedano, de Chacao. Un grupo de ocho personas corrió hacia la casa a ver qué podía hacer. Todas las puertas de la quinta estaban cerradas. Tuvieron que saltar la reja y romper una ventana para poder empezar a sacar a los ancianos.
Los primeros que llegaron fueron unos efectivos de la Guardia Nacional que patrullaban por la zona. Unos seis jóvenes uniformados se lanzaron al interior de la casa, sin máscaras ni equipo y, después, los vecinos. “Entramos como pudimos. Pero se escuchaban los gritos. Los sacábamos como podíamos. Algunos estaban amarrados con sábanas a sus sillas. Otros estaban tan sedados que ni se dieron cuenta de lo que pasaba. Había tanto calor que el techo colapsó. Con una manguera a presión que nos dieron del edificio de al lado le echamos agua. Vimos a los calcinados, que se quedaron con su postura. Seguíamos escuchando los gritos, hasta que ya no oímos más”, dijeron Alexander Borges y Henry Mendoza, ambos vecinos que ayudaron en el rescate. “Hasta un señor que venía en el carro con su hija y por casualidad se dio cuenta y también se bajó a ayudar”.
De acuerdo con los cálculos de los testigos, el incendio duró menos de 20 minutos. Los bomberos y Protección Civil llegaron cuando ya la tragedia se había consumado: ocho personas fallecidas, de las cuales tres murieron calcinadas y cinco asfixiadas. La lista de quienes perdieron la vida: Yolanda Laya (75), María Alarcón (61), María García (74), María Méndez (40), Luisa García (72), Marlene Losada (66), Adelaida Ávila (55) y Nieves García (60).
A los sobrevivientes se los llevaron al hospital Domingo Luciani, donde habilitarán un área especial para acomodarlos.
La mayoría de los 42 ancianos que vivían en el geriátrico privado tenían enfermedades mentales. Los vecinos aseguraron que con frecuencia se escuchaban gritos y golpes. En noviembre del año pasado ya había ocurrido un incidente similar, pero no había tenido mayores consecuencias.
José Rafael Navarro (75) fue uno de los sobrevivientes. Acostado dentro de una ambulancia, llevaba los jeans arremangados y una chemise a rayas. Su hijo lo acompañaba. Se disculpó por su dificultad para hablar, hace unos meses sufrió un ACV. “Lo que pasó es que una viejita dijo que iba a conectar una lámpara y estaba con una amiga, pero cerca había un vaso de agua que cayó en el enchufe e hizo un cortocircuito. Me dio mucho susto, pero estoy bien. A mi me sacó alguien cargado, porque no puedo caminar“, decía postrado. También hay otras versiones que apuntan a que no fue una lámpara, sino un celular lo que causó el incendio.
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