El tiempo es ilusión engañosa. Hace imperceptible su paso a quienes sumergidos en su rutina se mueven en la proximidad de su realidad. Pero al voltear la mirada y apelar al recuerdo o a la foto de lo que éramos y de lo que somos, entendemos que su paso es inexorable y definitivo.
Y ello aplica igual a las personas y al país. Lo subjetivo diluye los juicios en la microesfera individual. Pero cuando recordamos al país que teníamos hace 16 años atrás, caemos en cuenta primero de la magnitud del deterioro en tan poco tiempo, y segundo, en la falsedad y el engaño de quienes desde el poder, lo ocasionaron y aun hoy, pretender continuar su nefasta labor.
El cambio que debe comenzar en Venezuela trasciende ya lo meramente electoral, o político, o económico. El cambio urgente que la nación requiere apunta además entre otras cosas al restablecimiento de los valores que sustentan cualquier sociedad, que hacen posible cualquier proyecto colectivo que aspire niveles crecientes de paz, convivencia, solidaridad y calidad de vida.
Rescatar el valor fundante de la educación. Proteger y entender el rol de la familia. En el plano jurídico, reducir el terrible grado de impunidad que ha convertido a Venezuela en una selva donde el castigo solo se aplica selectivamente al que disiente mientras protege a las mafias que la evaden a cada instante. Recuperar el sentido del trabajo y la preparación como vías para el crecimiento personal y familiar y rechazar el elogio que desde ciertos sectores se le da al nuevo-rico boliburgués sin mérito ni credencial alguna para la gestión de lo público.
La economía es hoy, en Venezuela, la más lamentable evidencia de una estatización delirante y de sus efectos empobrecedores y destructivos en el sector productivo privado.
Las reservas internacionales, es decir, la capacidad de pago líquido y en divisas del Estado de sus compromisos y obligaciones con el exterior, son junto al PIB, o a la inflación, o al riesgo país, indicadores que reflejan (aunque el BCV se niegue a publicarlos) la gravedad de nuestra situación.
Sin restarle la obvia importancia que tienen, creemos que para encarar los tiempos por venir, en los que el cambio terminará de abrirse paso entre los diques del neoautoritarismo, serán también importantes las reservas morales, éticas, ciudadanas, humanas e intelectuales, hoy relegadas y silenciadas. Son también, sin duda, las reservas necesarias.
